Un colono disfrazado
de la época de la arada,
cuando caían las grandes heladas.
Sus gritos guturales,
su arrastrar de cadenas,
asusta a los niños,
que lo aguardan llenos de miedo.
Porque ya en la casa,
los hace arrodillar,
sobre granos de sal,
para sus travesuras expiar.
Y los obliga a rezar,
una y otra vez,
mientras los pobres niños,
lloran, aterrados, sin parar.
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