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viernes, 15 de marzo de 2024

El horno de barro y los Dünnekuchen de la abuela

Fotografía de noticiasd.com
Don José encendió el horno de barro, que él construyó con sus manos, hace cuarenta y ocho años, cuando se casó con doña Elvira y se mudó a la casa. Lo hizo con tallos secos de cardo y unas pocas astillas cortadas con el hacha de manera fina y prolija. Sobre esto había colocado ramas más gruesas y pequeños troncos para generar no solamente abundante llama sino, una vez consumido, carbón para distribuir uniformemente en el interior del horno.
En el interior de la casa, doña Elvira trabajaba denodadamente con sus manos, un mazacote de harina, huevos, crema y varios ingredientes más, que tenía sobre la mesa, rodeada de varias fuentes que esperaban su turno para ser llenadas y llevadas al horno. Mientras el reloj marcaba las cuatro y media de la mañana, tomó el palo de amasar. Con paciencia, delicadeza y no sin esfuerzo físico, fue trabajando la masa y distribuyéndola equitativamente en las fuentes. Finalmente tomó una sartén de la cocina a leña para concluir poniendo sobre la masa, anteriormente distribuida en todas las fuentes, una cobertura de grumos. Ya estaban listos los Dünnekuchen para ser llevados al horno, una vez que hubieran levado lo suficiente.

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