Ana amasaba. El delantal salpicado de harina. El rostro húmedo de sudor. Experta en el uso del palote. Dejó la masa sobre la mesa y fue en busca de la sartén y la grasa, para ponerla a derretir sobre la cocina a leña.
Una vez listos, los retiraba con un tenedor, los colocaba en una fuente y los espolvoreaba con abundante azúcar.
Concentrada, canturreaba una antigua canción de cuna que aprendió de su madre.
-Schlaf, Kindie, Schlaf, der Bape it die Schaf…
El reloj de la pared señaló las seis de la mañana.
Fuera estaba oscuro. Era invierno. Hacía frío. Dentro de la cocina ardía una lámpara a kerosén y la cocina a leña.
Los niños y su marido ordeñaban las vacas en el tambo. De un momento a otro llegarían para desayunar.
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