Cuando cierro mis ojos y miro hacia la niñez, no solamente hacia el ayer de mi existencia sino también hacia el pasado de la aldea, me encuentro en la casa de mis padres, sentado a la mesa de madera de la cocina junto a mis hermanos, conversando en dialecto, haciendo la tarea de la escuela mientras en el ambiente reina un aroma a Kreppel, que mamá está friendo en la sartén. En la punta de la mesa lo veo sentado a papá, que charla con mamá. Por la ventana ingresa la luz del sol, el trinar de los pájaros, el arrullo de las palomas, y a lo lejos, el mugir de las vacas. También nos llegan los ruidos de la aldea, un carro que pasa, algún pregón, vecinos contándose las últimas novedades.
Siempre que miro al pasado se me aparecen estas imágenes y siempre estoy comiendo cosas ricas, sabrosas, suculentas, caseras, preparadas por mamá. Ella era una gran cocinera. ¡Sabía cocinar de todo! Comidas de todo tipo desde panes hasta sopas, desde quesos hasta dulces, desde embutidos hasta fideos caseros. Maultaschen, Wickel , Strudel y muchos cosas ricas más.
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