El viejo Papá Noel en una ilustración del año 1855. |
Por Gerardo
Waimann
Desde Buenos
Aires
Siendo los alemanes
del Volga un pueblo de profunda fe, no podían estar ausentes en la época
navideña sus propias costumbres y tradiciones relacionadas con la religión.
Entre las que pude rescatar de los libros, relatos familiares y experiencias
propias, puedo citar:
1.- Christkindie
Los niños
buenos recibían en Nochebuena la visita del Christkind, que se puede traducir
como Cristo Niño o Niño Dios y era representado por alguna mujer del pueblo,
vestida de hada con su vestido de novia, con la cara cubierta por un tul y una
diadema en la cabeza.
Llevaba un
farol y unas sonoras campanitas.
Des
Christkind era recibida con canciones religiosas luego de varios días de
preparación (en los cuales se recordaba a los chicos la necesidad de portarse
bien y orar). Les hacía preguntas sobre los principios de la fe cristiana, y,
antes de retirarse, les dejaba algunos dulces como regalo.
2.- Pelznickel
La eterna
lucha entre el Bien y el Mal tenía sus representantes entre los Alemanes del
Volga: a la bondad y el amor que supone el Christkind se le oponía el terror
que causaba entre los niños rebeldes el Pelznickel (Nicolás velludo o Nicolás
con tapado de piel).
Este
siniestro personaje, extraña mezcla de Papá Noel / Santa Claus piquetero y
linyera malvado (y del que mis hermanos, primos y yo mismo fuimos sus víctimas
una Nochebuena en Darregueira, Buenos Aires, hace ya unos 35 años), era
precedido días antes por los relatos de los adultos que preparaban el terreno entre
las numerosas proles que jugaban por las calles de las aldeas, contándoles
historias terribles sobre este hombre infame que venía a castigar a quienes se
habían portado mal durante el año.
El
Pelznickel tenía un aspecto sumamente desagradable: se vestía con ropas viejas,
usaba una barba larga y desordenada, a veces tenía la cara cubierta con una
capucha para no ser reconocido, y siempre, siempre, arrastraba una ruidosa
cadena, la cual, según las historias de los adultos, usaba para atar a los
niños desobedientes y sucios, y luego arrojarlos a un pozo.
En nuestro
caso particular, el Pelznickel se hizo presente luego de la cena de Nochebuena
y (ante el silencio cómplice de los adultos) con voz áspera y blandiendo la
cadena nos acusó de nuestras faltas y nos obligó a rezar para no llevarnos
consigo, lo que hizo llorar desesperadamente a mi hermanita. Luego, en actitud
perdonavidas, nos dejó caramelos y se marchó.
(Con este
relato se puede apreciar fácilmente que nuestros antepasados alemanes no eran
muy partidarios de las teorías de sicología infantil de Jean Piaget. Más bien
diría que eran devotos del sistema pedagógico de la alpargata).
Este es mi
pequeño aporte para estas Fiestas. Saludos cordiales y una feliz Navidad para
todos.
Por las
dudas cierren bien la puerta esta Nochebuena, para que no entre el Pelznickel.