El anciano,
sentado al lado de la cocina a leña tomando mate, sonrió al ver ingresar a su
nieto. El pequeño le dio un suave beso en la mejilla. Como todas las mañanas,
venía a saludar a su abuelo antes de partir rumbo a la escuela. Breves minutos
que ambos aprovechaban para conversar. Filosofaban sobre los hechos cotidianos
de la existencia. Sabios a su manera, aprendían el uno del otro. El anciano
poseía el conocimiento que le había dado la vida; el niño, los interrogantes
que la misma vida le planteaba.
Una mañana el
anciano se levantó para regresar con un ajado libro; escogió una página y leyó:
“Hubo un hombre que nació en un pueblo casi desconocido, hijo de la sencilla
esposa de un humilde carpintero. Trabajó en una carpintería hasta los treinta
años. Y después, durante tres, fue un predicador ambulante.
Jamás
escribió un libro, ni ocupó cargo alguno, jamás tuvo casa propia. No tenía más
credenciales que su propia persona. No tuvo nada que ver con los asuntos de
este mundo a excepción de la influencia que ejerció sobre las almas. Siendo aún
un hombre joven, la marea de la opinión popular se le volteó. Sus amigos
huyeron de su lado; uno de ellos lo negó. Otro de ellos lo entregó a sus
enemigos. Soportó la burla de un juicio. Fue muerto sobre una cruz y colocado
en un sepulcro prestado por un amigo.
Veinte siglos
han pasado desde entonces, mas hoy “ÉL” constituye el núcleo espiritual de la
raza humana y es el líder de la columna del progreso, y quedamos anonadados al
darnos cuenta de que todos los ejércitos que jamás hayan marchado, de que todos
los parlamentos que jamás hayan sesionado, y de que todos los reyes que jamás
hayan regido, todos, conjuntamente, nunca han afectado la vida del hombre sobre
esta tierra tan profundamente como lo hiciera durante treinta y tres años de su
breve vida un solo hombre”.
“Un solo
hombre es el título de lo que te acabo de leer”, dijo el anciano al concluir.
“Nunca lo olvides”.
Y el niño
jamás lo olvidó. Porque ese niño, más de treinta años después, es el hombre que
escribe este editorial para recordar a aquel anciano que fue mi abuelo.