Rescata

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viernes, 19 de diciembre de 2014

Abuelo alemán del Volga dice adiós a su pueblo

Pueblito querido

Cuando me marche sabrás cuánto te amé, lo mucho que te necesité, y cuántas veces lloré la
ingratitud de tu gente. Mirarás las estrellas y me buscarás en tus calles por las cuales caminé buscando consuelo en los atardeceres de otoño.
Buscarás el brillo de mis ojos en otros ojos y no encontrarás el mismo sol ni la misma alegría. Tampoco oirás mi voz en tus madrugadas silenciosas. Sólo encontrarás misterio y soledad. Porque mi cuerpo y mi alma se habrán ido para siempre.
Cuando me marche me iré llorando, pueblito querido, por ti y por mi.  Será un adiós eterno como eterno será el abismo que nos separe para siempre.

Jamás podré volver

No volveré a pisar tus calles, pueblito querido. No caminaré por tus ocultos senderos de la nostalgia y la melancolía. Deambularé en otros mundos. Allá lejos en el cielo de los seres que se van y no regresan jamás. Quizás pueda verte crecer sin mí y llorar mi ausencia de tu entramado de veredas, viviendas y patios baldíos. Todo puede ser posible. Lo que nunca ocurrirá es que pueda volver para estrecharte en un abrazo, pueblito querido. Nunca podré volver. Lo sé. Desde mañana seré una tumba en el cementerio. Una tumba que mis seres amados y tu gente, pueblito querido, irán olvidando día a día, hasta desaparecer en la nada.

Siempre te recordaré

Recordaré de mi pueblito querido aquel camino viejo, cubierto de hojas resecas por el sol del verano; los árboles mudos con los ojos abiertos gritando mi nombre en las horas de soledad; las aves que anidan en sus copas altas que, cuando ya no esté, no les importará mi ausencia.
Extrañaré a los trabajadores del campo abriendo surcos. Los obreros de la fábrica. El sol cuando amanece pintando de perlas el rocío del pasto silvestre. El sudor de tu gente trabajadora. El azadón de la quinta.  La rubia coqueta y altiva. Su sonrisa. Sus ojos claros. Sus besos rojos. El agua de bomba que calma mi sed.
Recordaré a la vieja escuelita donde aprendí las primeras letras, donde escribí por primera vez mi nombre, donde viví mi primer amor; a la vieja iglesia donde me acerqué por primera vez a la Virgen María, tu patrona, mi patrona; a las noches de luna llena que iluminaba mis sueños y mis esperanzas.
Extrañaré a mi gente… Oh, pueblo querido, cuando ya no esté viviendo en tu corazón y sólo sea recuerdo y luego olvido. Y un día, allá lejos en el tiempo, cuando hayas crecido mucho, lloraré de nostalgia cuando ya no encuentre ni el camino viejo, ni el arroyito, ni la rubia coqueta,  ni mi gente… Cuando seas otro. Cuando seas ciudad, pueblito querido.

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