
La historia de estos románticos molinos harineros que indefectiblemente asociamos a las locuras del admirable personaje creado por Cervantes, el Quijote de la Mancha, se remonta a siglos lejanos, más exactamente a la época de los persas, quienes en el siglo VII ya poseían este tipo de molinos, formados por alas montadas sobre un palo vertical, cuyo extremo inferior movía una molienda. Luego se difundieron por los países árabes y fueron llevados a Europa por los cruzados (aunque otros investigadores opinan que fueron los mismos árabes quienes los introdujeron en Europa).
El molino de torre se desarrolló en Francia a lo largo del siglo XIV. Consistía en una torre de piedra coronada por una estructura rotativa de madera que soportaba el eje del molino y la maquinaria superior del mismo. Más adelante, todo el edificio se construyó de ladrillos. Generalmente de la parte superior sobresalía un eje horizontal. De este eje partían de cuatro a ocho aspas, con una longitud de entre 3 y 9 metros. Las vigas de madera se cubrían con telas o planchas de madera (en los primeros se usaron velas de barcos). La energía generada por el eje al girar, se transmitía, a través de un sistema de engranajes, a la maquinaria ubicada en la base de la estructura.
Se los usaba para moler el grano, además de bombeo de agua en tierras bajo el nivel del mar, aserraderos de madera, fábricas de papel, prensado de semillas para la obtención de aceite y triturado de todo tipo de materiales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario