Fuente: lanuevaradiosuarez.com.ar
Más de 61 años de amor y compañía, donde
reivindicaron con su familia todo lo que sus padres les transmitieron.
Tradición es lo que se transmite de
generación en generación. De padres a hijos, a nietos y a los que siguen
viniendo después. Y con el transcurso de los años eso que se va transmitiendo
se constituye en la más fuerte de las raíces, lo que da identidad.
Los alemanes del Volga tienen muchas
tradiciones que se han transmitido entre las familias, y que se han fortalecido
con sentido de comunidad.
Para conocer algunas de ellas
entrevistamos a un matrimonio de muchos años, Rufino Graff y Ofelia Weimann,
que viven en Pueblo San José y que contabilizan 61 años juntos.
Que se quieren no hay dudas, y que se
cuidan tampoco. Ofelia dice que sabe cómo está Rufino al escuchar lo que hace
cuándo sale a trabajar en la huerta, cada mañana. Si canta, todo está bien.
La huerta “es una tradición de familia.
Antes, cuando vivíamos en el campo, vivía mamá todavía, estábamos entre los
tres –señalando a su señora- y mamá, lo primero que hacía era la huerta. Decía
que había que cultivar algo en el sector donde uno vive, cuidarlo y recogerlo
después. No es lo mismo que ir a los negocios y comprarlo. Lo que uno compra
uno no sabe con qué viene. Lo propio uno lo siembra, y lo que nace es todo
puro”.
Esto lo dice Rufino. Se suma Ofelia que
agrega: “de todo el verano estamos comiendo calabazas, tomates, zapallitos,
acelga, cebolla, cebollines…”.
“Yo tengo siempre la tierra madre, como
dicen los indígenas –agrega Rufino- y yo pienso que mi vida, de la forma como
la llevo, tengo que estar metido dentro de la tierra, que la tengo que trabajar
y estar en contacto con eso. Si un día no puedo trabajar ahí me falta algo.
Nació con uno y lo llevo dentro del alma”.
Ofelia apunta que “él se levanta todos
los días a las 6 de la mañana, sale a caminar y a bicicletear. Regresa, toma su
mate, come y ya sale a la huerta. No se lo ve dentro de la casa. Todo el santo
día está afuera. Yo siempre digo que yo tengo sus 86 y él tiene mis 77, por
todo lo que hace”.
Rufino era el cantante de la orquesta La
Juventud, con los años se transformaron en Ritmo de Juventud, donde además
solía tocar la batería.
Ofelia, con apenas 16 años, había ido
con su grupo de amigas al baile del club, como solían hacerlo por entonces. Él
la miraba y a ella le pareció muy apuesto. Al poco tiempo andaban de novio y
muy pronto se casaron.
Cómo una niña-mujer de 16 años sabe que
se está equivocando? Parece que las generaciones de antes contaban con más
seguridades que las de ahora.
Ofelia dice: “si él me falta yo no
quiero vivir más. Jamás pensé en los 61 años casados –dice la mujer en otro
párrafo de la entrevista-, que podía separarme de él. Él tenía su carácter de
joven, pero uno se va adaptando. Hoy lo hablo con mis hijos y para ellos el
papá es todo. Era recto con sus hijos, pero bien. Y mi suegra, que era una
santa, me ayudó en todo”.
Recuerda que se casaron en Santa María,
en el Registro Civil los casó Pedro Streitemberger; el casamiento por iglesia y
la fiesta también la hicieron en la Colonia 3: “es como que en Santa María
están más juntos”, dice Ofelia.
Suma a esto Rufino que “se pelean
durante la semana y el fin de semana se juntan. A veces uno está con uno, con
otro, están hablando de esto y aquello y uno cree que es una separación. Y
cuando lo ven que hay una fiesta todos están ahí, aportando un algo. Eso es maravilloso,
realmente. Está todo el pueblo unido”.
A la novia la ayudaron las hermanas de
su marido a bordar las sábanas y su suegra le enseñó a cocinar las comidas
alemanas.
“A los 20 años tenía tres chicos. Nos
casamos y nos fuimos al campo. Yo ya ayudaba en mi casa, pero muchas cosas me
las enseñó la madre de él. A hacer la comida alemana, por ejemplo”.
“Mi señora aprendió mucho de mi madre”
dice Rufino, agregando que “yo también podría haber aprendido mucho pero no la
entendí. Lamento hoy todavía no haberla escuchado. Ella quería hablar de Rusia,
de dónde nacieron, qué peripecias era lo que habían pasado. Podríamos haber
hecho un libro enorme. Desde el Volga se embarcaron para venir a la Argentina,
pero primero descendieron en Brasil y como ahí no había mucha expectativa de
poder vivir bien le avisaron gente conocida que estaba en la Argentina y le
propusieron de venir a vivir acá”.
Fortaleza apoyada en la fe para
sobrellevar tantos problemas y conservar la esperanza. Reflexiona Rufino que
“tenían una fe única puesta en el Señor. Él es el que nos guía, el que nos da.
Era gente sana”.
Rufino y Ofelia, 61 años juntos, 4
hijos, muchos nietos y bisnietos. Una querida familia alemana que ha
contribuido a transmitir las tradiciones de su pueblo. Desde la familia y con
todo el amor.
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