Vestían prendas
oscuras y sobrias a la moda de siglos pretéritos. Lucían cabellos rubios
y ojos celestes como el cielo. En las manos llevaban una Biblia y un rosario.
En los baúles traían materiales de labranza. Hablaban en alemán.
Asombraron a todos. ¿Quiénes eran estos rusos que hablaban entre ellos en
alemán y vestían de manera tan anacrónica?
Llegaron a la
provincia de Entre Ríos a colonizar tierra virgen e indómita y con la ilusión
de forjar los destinos de una nueva patria. Fundaron aldeas. Construyeron
iglesias. Abrieron caminos. Sembraron valles y valles de trigo.
Implantaron sus costumbres. Soñaron. Transformaron en realidad sus quimeras.
Cosecharon.
El tiempo pasó.
Llegaron los hijos. Luego los nietos. Las aldeas crecieron. Las familias se
multiplicaron y echaron raíces, cuyos árboles dieron buenos frutos: médicos,
abogados, maestros…
Entre Ríos comprende que sin
ellos ya no sería Entre Ríos. En las venas de su historia social, económica y
política, corre sangre de inmigrantes alemanes del Volga, esos mismos alemanes
tímidos pero aguerridos para el trabajo, que un día arribaron de la lejana
tierra de los zares para empezar una nueva vida. La provincia les debe mucho a
estos entrerrianos de alemanes de cabellos rubios y ojos celestes. Les debe
muchas páginas de su epopeya agraria y su grandeza agrícola.
Mi abuelo Enrique Heinze fue uno de ellosen Urdinarrain .
ResponderEliminarJulio César. A no olvidar que el primer contingente de alemanes el Volga se afincó en Hinojo Buenos Aires.
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