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miércoles, 17 de febrero de 2021

Hoy es Miércoles de Ceniza, un día de oración y ayuno, muy importante en la vida cristiana de nuestros ancestros

Se celebra cuarenta días antes del Domingo de Resurrección, que marca el final de la Semana Santa. La ceniza, cuya imposición en la frente constituye el rito característico de esta celebración litúrgica, se obtiene de la incineración de los ramos bendecidos en el Domingo de Ramos del año litúrgico anterior.
En este día comenzaba una época del año que para los alemanes del Volga era un período de recogimiento y fervor religioso de preparación para la fiesta de la Pascua, que antiguamente modificaba no solamente el desarrollo cotidiano de la vida privada de cada persona sino también la vida familiar y social, afectando hasta la rutina sexual de la pareja. Nada de fiestas, música o demostraciones de alegría.
La ley del ayuno la observaban los antiguos con sumo rigor. No contentos con cercenar la cantidad del alimento, se privaban totalmente de carnes, huevos, lacticinios, pescado, vino y todo aquello que el uso común consideraba como una gratificación. Hacían sólo una comida diaria, después de la misa, que terminaba al declinar la tarde; y esa única comida solamente consistía en pan, legumbres y agua, y, algunas veces, una cucharada de miel. Con la particularidad que ninguno se eximía del ayuno, ni aún los jornaleros, ni los ancianos, ni los mismos niños de más de doce años de edad; tan sólo para los enfermos se hacía una excepción, que debía ser refrendada por el sacerdote. A estas penitencias añadían otras privaciones, tales como la continencia conyugal, la supresión de las bodas y festines, de las reuniones del Consejo del Pueblo, de los juegos, recreos públicos, caza, deportes, etc. De este modo se santificaba la Cuaresma no ya solamente en el templo, como ahora, sino también en los hogares, y hasta en todos los lugares tanto de trabajo como de diversión. Es decir, que el espíritu de Cuaresma tutelaba la vida de toda la sociedad cristiana aldeana.
Los templos se veían privados durante los oficios cuaresmales del alegre Aleluya, del himno Angélico Gloria in excelsis, de la festiva despedida Ite missa est, de los acordes del órgano, de los floreros, iluminaciones y demás elementos de adorno, los crucifijos y las imágenes, que se cubrían con telas de color morado. El contenido exterior de la liturgia acentuaba los cantos graves y melancólicos del repertorio gregoriano y el frecuente arrodillarse para los rezos corales.
La oración cuaresmal por excelencia era la Santa Misa, precedida de una procesión.
Las limosnas se hacían en favor de las viudas, huérfanos y menesterosos, con quienes también ejercitaban a porfía otras obras de caridad.
Sin embargo, no era un tiempo triste, sino más bien meditativo y de recogimiento. Era, por excelencia, la época anual de conversión y penitencia.
Los colonos eran llamados a reforzar su fe mediante diversos actos de ayuno, penitencia y reflexión. Grandes y chicos se preparaban para evocar la Pasión, Muerte y Resurrección que se conmemora en la Pascua. En muchas colonias, este recogimiento y fervor todavía sobrevive en la actualidad. Es un sello distintivo de la profunda fe que profesaban nuestros ancestros y que nos legaron como signo de identidad.

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