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sábado, 14 de noviembre de 2020

Historia de las planchas que usaron las abuelas alemanas del Volga

 
Antes de la invención de la electricidad y de su llegada a los domicilios particulares, todos los trabajos domésticos no solamente eran más arduos de realizar sino que insumía más tiempo llevarlos a cabo. Ya que nuestras abuelas, en su juventud, no contaban con ningún electrodoméstico que les facilitara las tareas. Esto sucedía en todas las áreas. Incluso en el planchado de la ropa.
Una de las primeras planchas con las que contaron las mujeres, fueron las de hierro, que se calentaban al fuego, sobre la cocina a leña, y a continuación se pasaba sobre la ropa para dejarla lisa. Era un sistema muy rudimentario y laborioso, porque cuando la plancha se enfriaba ya no cumplía su función y tenían que volver a calentarla. Por este motivo, lo normal era tener dos y mientras se utilizaba una, la otra se calentaba, esperando ser reemplazada.
Con estas planchas, había un detalle no menor a tener en cuenta: como eran totalmente de hierro, al ponerlas a calentar, también se calentaba la manija, por lo que las mujeres debían tomar la precaución de no agarrarlas sin un trapo. Fueron varios los accidentes que ocurrieron por distracción. Algunas quemaduras de manos llegaron a ser muy graves.
Luego aparecieron las planchas a carbón, que eran una especie de cajas metálicas de hierro, que se cargaban directamente con brasa. Ponerlas a punto para usarlas, era todo un arte. Porque en el patio se encendía un fuego con carbón para generar abundante brasa. También, podía llegar a generarse en la cocina a leña. Una vez conseguido esto, se procedía a cargar las planchas con la brasa ardiendo, con ayuda de una especie de tenaza larga, y se ingresaba a la cocina a comenzar a planchar.
Estas planchas eran bastante pesadas y, de vez en cuando, había que agitarlas para avivar el carbón y mantenerlo encendido. Asimismo las mujeres debían tener sumo cuidado para que ninguna chispa de la brasa saltara sobre sus vestidos o sobre alguna otra prenda, porque, sin querer, podían generar un incendio.
Después llegaron las planchas a combustión de bencina, que contaban con un pequeño tanque en el que se cargaba el combustible, el que se hacía descender con presión de aire, aplicada con un inflador, hasta el mechero que calentaba la base de la plancha. Seguramente la marca más popular fue “Volcán”.
Estas planchas, si bien eran más cómodas y prácticas, podían llegar a ser peligrosas, si alguna persona le daba demasiada presión con el inflador. La historia colonial recuerda algunos accidentes muy dolorosos y hasta los nombres de las víctimas que hubo que lamentar.
Y finalmente aparecieron las primeras planchas de electricidad, aunque su uso masivo tardó en popularizarse. Porque las usinas generadoras de energía, encendían sus motores desde el atardecer hasta el amanecer, lo que obligaba a las abuelas a realizar el planchado a altas horas de la noche.
Para concluir esta reconstrucción histórica de las planchas, digamos que tanto con la plancha de hierro como la de carbón, las personas que planchaban debían soportar un calor asfixiante, sobre todo en verano. Pues las planchas de acero se calentaban sobre la cocina a leña, por lo que había que planchar cerca de ellas, para mantenerlas calientes, y las planchas a carbón despedían un calor impresionante, porque el carbón se transformaba en brasa y sabemos el calor que esta genera, sobre todo concentrada en un recipiente de acero tan pequeño.
Además, un detalle final, el tiempo de planchado duraba horas y horas, no sólo por la precariedad del sistema que hacía funcionar a las planchas, sino porque, antiguamente, la mayor parte de la ropa se almidonaba, lo que le sumaba un trabajo extra a las mujeres.
Los cuellos y los puños de las camisas, por sólo citar una prenda, debían lucir firmes y duras.
Usar ropa planchada y almidonada era un signo de elegancia y también un reflejo de que el marido tenía una buena esposa, que sabía planchar bien y que "siempre lo tenía limpio", como se decía antes. (Autor: Julio César Melchior).
(Más historias en mi libro "La vida privada de la mujer alemana del Volga", una obra que no debe faltar en su biblioteca, porque le rinde homenaje a nuestras abuelas y a su vida llena de sacrificios y de amor por sus familias. Consultar al WhatsApp 011 2297-7044).

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