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martes, 26 de enero de 2021

La abuela le enseña a su nieta a elaborar Maultasche (Varenick)

Sonia le había pedido a su abuela que le enseñara a elaborar y cocinar Maultastache. La abuela, como respuesta, le propuso:
-Vení mañana a casa y los preparamos juntas. Así va a ser más fácil para vos.
A Sonia le pareció una idea estupenda. Por dos razones. Primero y fundamental, aprendería a cocinar Maultasche, y segundo, almorzaría los Maultasche de la abuela.
-Que son riquísimos -pensó. No hay como los que prepara ella.
-Bueno… -dijo la abuela. Andá trayendo a la mesa harina, sal, huevos, crema, la ricota…
-Pará, pará, abuela, no vayas tan rápido.
-Cuántas veces en tu vida comiste Maultasche, querida? -preguntó la abuela.
-Muchísimas -respondió Sonia, que tenía 16 años.
-Y nunca le prestaste atención qué llevan los Maultasche y con qué se hacen?
Sonia se puso seria. Ese comentario no le gustó para nada. La hacía sentir juzgada y condenada. Como si su abuela le hubiera dicho la frase que permanente le repite a su madre "los jóvenes actuales no sirven para nada. Ni lavarse los calzones saben".
-Muy bien -continuó la abuela, como si nada hubiera sucedido. Vamos a comenzar. Tiramos los ingredientes en una fuente redonda: la harina, la sal y los cuatro huevos.
-Cuánto de harina? Cuánto de sal? -preguntó Sonia un poco decepcionada con la explicación que le estaba brindando su abuela.
-Eso es fácil, querida. Te vas a dar cuenta vos misma mientras los vayas amasando. No tienen mucho secreto, como verás. Todo es muy sencillo.
-Claro! Muy sencillo! Para vos es sencillo, abuela, que ya los sabés preparar pero no para mí, que los quiero hacer por primera vez -argumentó molesta Sonia.
-Me viste hacerlos desde bebé -insistió la abuela. Me vas a decir que no son fáciles de hacer?
Sonia no respondió. Solamente atinó a bajar la mirada.
La abuela continuó colocando y uniendo ingredientes.
-Mirá -explicó la abuela. Se mezcla bien todo hasta obtener una masa que se pueda trabajar con el palote.
-Y el relleno, abuela?
-Paciencia, querida, paciencia. Ya vamos a llegar al relleno. Primero termino de unir esto. Vos andá pelando dos o tres manzanas. No muchas -volvió a explicar de manera ambigua la abuela.
-Dos o tres manzanas -refunfuñó pensando Sonia. Así no voy a preparar nunca.
-Después, en otra fuente redonda, se unen la ricota, las manzanas cortadas en pequeñas rodajitas, la crema y el azúcar. Así! Mirá! Revolviendo para que todo se una. Con paciencia -repitió la abuela.
-Y las cantidades? Cuánto de ricota y de crema? Y de azúcar? -insistió Sonia.
-Eso te lo va a dar la experiencia. No seas tan ansiosa. Prestá atención en cómo los hago. Viste que no tienen ningún secreto? Es muy fácil.
Sonia no dijo nada. No quería herir a su abuela insistiendo en las cantidades y las proporciones. Sabía que eso le sacaría la sonrisa. Porque la abuela era de pocas pulgas.
-Y finalmente -continuó la abuela, se estira la masa sobre la mesa, se cortan cuadrados o rectángulos, como a vos más te guste, se rellenan y se cierran así: mirá! Con mucho cuidado, para que no se abran cuando los arrojamos dentro del agua hirviendo. Y eso es lo que vamos a hacer ahora, a hervirlos.
Sonia ya no decía nada. No opinaba. No preguntaba. Sólo miraba. Nada más.
-Una vez que los Maultasche están cocidos hervidos -prosiguió la abuela, se los escurre y se le puede poner encima trocitos de pan dorados previamente en aceite o una cebolla dorada también en aceite. Antes se usaba grasa. Viste que fácil de hacer que son? No hay nada más fácil para cocinar que los Maultasche -concluyó la abuela.
Sonia no opinó. Sólo pensó en que si deseaba aprender a cocinar los Maultasche iba a tener que conseguir el libro "La gastronomía de los alemanes del Volga", del escritor Julio César Melchior.
-No me queda otra -reflexionó almorzando los ricos Maultasche de la abuela.

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