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martes, 17 de julio de 2012

¿Por qué los alemanes del Volga se fueron de Rusia?


“Entre 1764 y 1767 se fundaron en ambas már­genes del Volga ciento cuatro colonias, con po­blación extranjera en la que el predominio ale­mán era casi total. Había también franceses y de otras naciones, quienes regresaron pronto a sus respectivos países. De esas colonias madres, na­cieron noventa y una más. En 1912 formaban un total de ciento noventa y cinco. De éstas, algu­nas, según tradición verbal, fueron aniquiladas en las incursiones de hordas salvajes. La prime­ra colonia fue fundada el 29 de junio de 1764 y se llamó Dobrinka, la cual en 1912 tenía 5.400 habitantes. La mayor, llamada Norka, fue fun­dada el 15 de agosto de 1767 y tenía 14.236 ha­bitantes”.

Matías Seitz, Mayor Capellán (RE), “Los alemanes del Volga y sus descendientes”

Motivaciones para dejar el Imperio ruso

“Apenas asumió el poder en Rusia Catalina II, la Grande, comenzó a desplegar un astuto y ambicioso plan colonizador para civilizar y expandir el Imperio –argumentan Popp y Dening en su libro “Los Alemanes del Volga”-, y nuestro pueblo fue un tanto víctima y resultó sacrificado por la nombrada estadista; cuando desembarcaron de los barcos que por el Báltico los condujeron a tierra rusa, tuvieron la pri­mera "desagradable sorpresa" al enterarse de que todos debían de­dicarse a la agricultura, aunque el Manifiesto de su Majestad no con­tenía dicha cláusula. De la Renania (Alemania) salieron 30.000 personas y por las tremendas peripecias del viaje sólo llegaron 27.000 al Volga, sobrevi­viendo apenas 23.000 después de la primera década; naturalmente que durante el siglo diecinueve alcanzaron cierto bienestar.
Esta colonización fue la primera que la Corona rusa condujo so­bre las yermas estepas de su Imperio; en consecuencia fue un experi­mento incierto plagado de indecisiones y desatinos. Fueron creados organismos especiales para su administración y se dictaron reglamen­tos para "siervos" de acuerdo al estigma social imperante en el país y a la inveterada mentalidad de sus dirigentes y no para "personas libres" como eran los alemanes; los funcionarios rusos desconocían el trato con un pueblo libre que recién comenzaron a conocer a par­tir de 1863 —un siglo después de la inmigración de nuestros antepa­sados—, cuando el Gobierno abolió la "servidumbre".
También es preciso volver al contenido de la invitación de Ca­talina II, en su tantas veces aludido Manifiesto de 1763, cuando —aparte de eximirlos del pago de los tributos habituales del país—, los eximió de prestar el servicio militar junto con sus descendientes por tiempos eternos. De esto se desprende que nuestro pueblo teóri­camente poseía privilegios muy especiales en Rusia, y prácticamente constituía un pequeño estado dentro de un gran Imperio; tal vez esta maniobra de promesas exageradas para inducir a los alemanes a colo­nizar el Volga fue un error histórico o... una treta desleal y sádi­ca, tan común en los hábitos diplomáticos de aquella época.
Las guerras y el militarismo los obligaron a huir de su patria nativa hacia el este, ignorando tal vez, que el Imperio ruso también poseía un numeroso ejército que nutria sus filas de un pueblo de "siervos", que nunca conocieron la libertad hasta 1863; estos solda­dos —extraídos de la servidumbre rural y urbana—, no se incorpora­ban para adquirir instrucción militar o cívica, sino para continuar sir­viendo ciegamente a sus superiores. El ejército ruso, hasta fines del siglo diecinueve, no gozaba de buena fama y menos en la imaginación de nuestros colonos; cabe agregar que de acuerdo al arma, el servi­cio militar se extendía de cinco a siete años consecutivos, en lugares muy alejados del Volga.

Continuará...