Rescata

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jueves, 30 de noviembre de 2017

La cocina de la casa de mi infancia

Sobre la cocina a leña hervía el agua con los Kleis. Al lado, en una sartén, se doraban las cebollas con trocitos de pan duro. En el horno se asaba la carne. Todo a la vez y en perfecta armonía. Un conjunto de aromas y sabores que mamá sabía amalgamar correctamente y que después degustaba toda la familia sentada alrededor de la enorme mesa de madera, en la cocina, que quedaba chica.
Papá se sentaba en la punta: presidía la mesa siempre. Rezaba una oración agradeciendo a Dios el plato de comida. Solamente mamá y él tenían permiso para conversar, los hijos debíamos permanecer callados y responder únicamente si se nos consultaba. Y ojo con discutir o pelear durante la comida. Si por descuido u olvido hacíamos eso, papá nos cerraba la boca con la mirada. Ni siquiera mis hermanos mayores tenían autoridad para contradecirlo. Había que bajar la cabeza y obedecer –confiesa.
¡Éramos felices! ¡Qué rica era la comida que preparaba mamá! Los Kleis con la cebolla y los trocitos de pan dorados bañados en mucha crema de leche eran una delicia! ¡Un manjar! La fuente siempre quedaba vacía. Nunca sobraba nada. Mamá se ponía contenta por eso. Cocinar para su marido y sus hijos era su máximo placer.
Después de comer las mujeres ayudaban a mamá a limpiar la mesa y lavar los platos mientras los varones nos íbamos al campo a trabajar con papá.

sábado, 25 de noviembre de 2017

El paraíso terrenal de las hermanas religiosas


De niño daba gusto ingresar en el área privada de la escuela parroquial, donde residían y desarrollaban su vida misional las hermanas religiosas. Allí uno se encontraba con un universo santo, en el que reinaba el silencio, solo interrumpido por la oración, y la paz espiritual y una realidad terrenal que siempre nos causó respeto. En aquellos años, en los tiempos felices de la niñez, y todavía hoy, en esta etapa adulta de nuestro existir. Las hermanas religiosas producían todo lo que necesitaban para subsistir y lo que no podían generar por medios propios, lo dejaban en las manos de Dios, que nunca dejó de asistirlas mediante la generosidad de un colono.
Las hermanas religiosas tenían una huerta grande, donde sembraban y cosechaban todo tipo de verduras y hortalizas, para cocinar, preparar encurtidos, y obsequiar a las familias humildes; árboles frutales para elaborar sus sabrosos dulces; colmenas, que las abastecían de miel; un molino y un estanque con peces de colores; un jardín con flores de todas las especies imaginables; y una cocina, con aromas y sabores celestiales, que permanecía activa de la mañana temprano hasta bien entrada la noche.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Abuela es una genia

Puso a hervir agua en una cacerola le agregó sal gruesa. En la sartén, también sobre la cocina a leña, puso a freír trocitos de pan. Regresó a la mesa. Acomodó la masa. Espolvoreó harina. Descolgó el palo de amasar de la pared. Doña Elvira cocinó un plato tradicional. Lo preparó como elaboraba su madre, que lo heredó de sus ancestros. Con mucho amor. Para la familia. Para sus hijos. Para sus nietos.
Pañuelo en la cabeza. Una canción alemana en los labios. Un brillo especial en los ojos. Satisfacción y orgullo. "Cocina mejor que cuando era joven", opinan sus hijos. "Abuela es una genia", sostienen los nietos.

martes, 14 de noviembre de 2017

Fotografías de la exitosa Füllsen Fest llevada a cabo en Pueblo San José

Fotos: Gladys Noemi Zubeldia

Un sensacional éxito, con una multitudinaria presencia de público, alcanzó la Füllsen Fest, organizada por las instituciones de la comunidad y llevada cabo en Pueblo San José, en el Distrito de Coronel Suárez, en la Provincia de Buenos Aires. Las tradiciones y costumbres de nuestros ancestros se mantienen vigentes gracias a estos extraordinarios esfuerzos y a estas magníficas fiestas.



viernes, 10 de noviembre de 2017

La fundación de las colonias en la voz del abuelo

En las largas tardes de invierno, cuando llovía, y el frío hacía guarecer a los niños en la cocina, abuelo se sentaba en su mecedora, encendía su pipa, concentraba su mirada húmeda de melancolía en el pasado, y nos hablaba de su aldea natal, ese pueblo lejano que debió abandonar cuando niño junto a sus padres, para escapar de la miseria, del hambre y las persecuciones. Nos contaba de la última noche que pasó en la casa de su abuela, despidiendo familiares y amigos, que jamás volvería a ver. Del llanto desconsolado de su madre al partir, sentada al lado de su marido, en el carro. “Ver cómo nos alejábamos de nuestra casa fue como morir un poco” -nos confesaba abuelo. “La casa, mi patio de juegos, mis amigos, mis abuelos, la aldea, todo fue quedando atrás, al igual que el rio Volga, que Rusia, que Alemania, que Europa” -agregaba. “Navegamos alrededor de un mes, en condiciones deplorables y alimentándonos mal”Llegaba la noche. Mamá encendía el farol. Comenzaba a preparar la cena. A amasar sobre la mesa de madera unos ricos Kleis o Wickel Nudel. Mientras abuelo continuaba contando su odisea.
“Desembarcamos en el puerto de Buenos Aires. Solos. Totalmente solos. Mi papá, mi mamá, mis dos hermanitos y yo. Sin conocer una sola palabra de castellano. Todavía hoy no entiendo cómo hicieron mis padres para llegar a la estación de tren, sacar boleto y viajar hasta la colonia, donde vivía el hermano de mi papá. Al llegar a destino, mis padres se sintieron un poco desilusionados. La colonia apenas era un caserío de casas levantadas a base de adobe. Unas pocas casas en medio de la inmensidad de la pampa. Una inmensidad que daba miedo. El horizonte virgen parecía no tener fin. Asfixiaba el alma. Ver tanta vastedad, tanta tierra sin nada, tanto suelo sin sembrados, sin conocer el trabajo del hombre, asustaba un poco. ‘Estábamos solos en el medio de la nada’ -me dijo un día mi papá. ‘Todo dependía de nosotros. Absolutamente todo’”.
“Con el transcurrir de los meses fueron llegando más colonos con sus familias y, poco a poco, surgieron más viviendas, más campos se araron y se sembraron, se generaron los primeros noviazgos y los primeros casamientos. Me acuerdo que en cada ceremonia participaba todo el pueblo. Se vivía como una fiesta comunitaria. Había mucha música, mucho baile y mucha alegría. Las fiestas duraban varios días” -recordaba el abuelo.
Abuelo en su mecedora, fumando su pipa, mirando distancias, pensando, rememorando, y nosotros, los niños, sentados a su alrededor, escuchando con atención.
El relato se interrumpía cuando mamá llamaba a cenar. Entonces abuelo nos decía con resignación: “Mañana a la tarde les sigo contando”. Pero amanecía sin lluvia y con un hermoso sol y los niños volvíamos sin ningún tipo de remordimientos a nuestros juegos y abuelo tenía que esperar hasta que llegara otra tarde de lluvía, para terminar de contar su historia de vida.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Este fin se llevará a cabo la Füllsen Fest, la fiesta del budín de pan tradicional de los alemanes del Volga

"Habrá un Füllsen gigante que lleva leche, azúcar, crema, pasas de uva, algo de banana y licor. Es el tradicional”. Será horneado en las panaderías de Pueblo San José y presentado en el momento de la inauguración el próximo domingo. Son 300 kilos de Füllsen que se elaboran con 90 kilos de pan, 50 litros de leche, 30 kilos de crema. Es un Füllsen de 6 metros, en unas 15 o 16 bandejas, para la degustación de quienes estén al momento de la inauguración. De allí se juntan unas 3 mil porciones aproximadamente” anticipó Diego Dome, principal impulsor de la fiesta junto a todas las instituciones y referentes del Pueblo San José. El acto protocolar de inauguración de la fiesta es a las 11:30 horas, donde se contará, además de las autoridades locales, con la presencia del Presidente de la Federación Argentina de Descendientes de Alemanes del Volga, que desde el día previo estará desarrollando un encuentro en Pueblo San José con las filiales de todo el país. (La fiesta es en Pueblo San José, en el Partido de Coronel Suárez, Provincia de Buenos Aires). En Pueblo San José ya está casi todo listo. Las 13 instituciones que están abocadas a organizar esta segunda edición de la Füllsen Fest están tomando nota de los últimos detalles para que este fin de semana esté todo en condiciones para esta nueva realización, que se estima volverá a ser muy convocante, más que en la primera. Consultado Diego Dome, uno de los que promovió esta idea y luchó con mayor ahínco para que se concretara la primera edición de una fiesta que identificara a la segunda Colonia Alemana, y que fuera una celebración de las tradiciones gastronómicas de los alemanes del Volga, dijo a La Nueva Radio Suárez que “estamos contentos porque el pronóstico indica que habrá buen tiempo, que el día domingo va a ser un día extraordinario. La gente de las instituciones está contenta. Creo que hay que agradecerle a la gente de todas las instituciones, que con coraje y predisposición propusieron seguir adelante con esta fiesta, marcando la historia de nuestros antepasados con la segunda edición de la Füllsen Fest”. En cuanto a la historia de creación de esta particular gastronomía, que tiene la base en el pan oreado, dijo que “en 1764, cuando iban de Alemania a Rusia, recorriendo 3.500 kms. en carro, lo hacían por tierras nuevas, hacia un futuro que les había prometido la Reina Catalina. En el camino se iban quedando sin provisiones, era mucha la distancia a recorrer en carro. En una Navidad, cerca del Volga, cuando prácticamente no tenían nada, habían perdido provisiones, caballos, bueyes, lo único que tenían era el pan duro del frío. Ahí decidieron ponerlo en leche, agregarle azúcar de remolacha. Ahí nació el Füllsen. Con los años se fue modificando la receta, para llegar a lo que es hoy. Nosotros, con esta fiesta, queremos expresar el trabajo, el sacrificio, todo lo que hicieron aquellos pioneros, que salieron buscando un futuro mejor. Después la vida los trajo a la Argentina donde encontraron su hogar. Nosotros queremos expresar todo ese trabajo, ese sacrificio, que han hecho durante todos estos años”. Habrá un Füllsen gigante, como se hace ahora: “vamos a hacer el tradicional que venimos haciendo hace mucho tiempo, que lleva leche, azúcar, crema, pasas de uva, algo de banana y licor. Es el tradicional nuestro”. Será horneado en las panaderías de San José y presentado en el momento de la inauguración el próximo domingo. “Son 300 kilos de füllsen que se elaboran con 90 kilos de pan, 50 litros de leche, 30 kilos de crema. Es un füllsen de 6 metros, en unas 15 o 16 bandejas, para la degustación de quienes estén al momento de la inauguración. De allí se juntan unas 3 mil porciones aproximadamente”. El acto protocolar de inauguración de la fiesta es a las 11:30 horas, donde se contará, además de las autoridades locales, con la presencia del Presidente de la Federación Argentina de Descendientes de Alemanes del Volga, que desde el día previo estará desarrollando un encuentro en Pueblo San José con las filiales de todo el país. En los espectáculos, en el escenario principal, estarán pasando grupos de ballet, bandas alemanas, cantantes tradicionales del folklore. “Porque si bien nosotros buscamos celebrar la cultura alemana, somos conscientes que estamos en la Argentina, que nos dio un lugar en este mundo, en honor a eso tenemos una enorme gratitud hacia el país que nos ha cobijado, por eso también habrá espectáculos folklóricos”. Informó Diego Dome que “son trece las instituciones que están participando, el año pasado eran siete, por lo que estamos contentos que más gente se haya sumado. En cuanto a la cantidad de artesanos que estarán presentes, eso se conocerá con mayor precisión el mismo día sábado”. Calificadas presencias disertarán sobre temas de identidad volguense e historias de los alemanes del Volga Cronograma de actividades: Viernes 10 de noviembre, a las 20 hs.: * "Qué, quiénes, cuándo, dónde y por qué de los alemanes del Volga", por el Dr. Jorge Bohn. * "La identidad volguense: una construcción permanente", por el Profesor Horacio Agustín Walter. * Presentación del libro "Del Río Senguer al Tandil". Historias de familia, una obra escrita por la familia Knoop-Zambrino. La misma estará a cargo de la Profesora Susana Knoop, el Profesor Guillermo Zambrino y Federico Zambrino.

martes, 7 de noviembre de 2017

Los libros del escritor Julio César Melchior permiten conocer toda la historia y cultura de los alemanes del Volga

Por María Rosa Silva
Saber de dónde venimos, no sólo geográficamente sino culturalmente, emocionalmente, socialmente. Saber qué han vivido, afrontado, a qué se vieron empujados y qué superaron todos los seres que nos han antecedido, es saber y conocer la fuerza que llevamos dentro. Conocer cada rincón de nuestra historia es descubrirnos y trazar un mapa para las generaciones venideras, tan distintas en cuanto a lo que las rodea pero con la misma fuerza interior que venimos heredando, los alemanes del Volga. Para profundizar, descubrir y saber todo aquello que no nos han contado, que nos contaron a medias o que vivimos de niños sin comprender es que Julio César Melchior, escribió nueve libros a lo largo de veinticuatro años. Libros que marcan el camino hacia nuestras raíces, hacia nuestra esencia y la de nuestros padres y abuelos. La raíz de nuestra gente, poderosa en el silencio pero invencible en el trabajo y la fe, en los valores y la humildad. De ellos venimos y de nosotros depende que los conozcan los que vienen, y sientan el mismo orgullo que sentimos nosotros de pertenecer a los Wolgadeutsche.

sábado, 4 de noviembre de 2017

Los libros del escritor Julio César Melchior presentes en la Feria Internacional de Turismo, en la ciudad de Buenos Aires

Los libros del escritor Julio César Melchior, en los que palpita y se mantiene viva la historia y cultura de nuestros queridos ancestros, los alemanes del Volga, estuvieron presentes en la Feria Internacional de Turismo, desarrollada el fin de semana próximo pasado en el predio rural de la ciudad de Buenos Aires, en la que participaron 45 países de todas las regiones del mundo. De este importante evento turístico también participaron representantes de la Secretaría de la Producción y Turismo de la Municipalidad de Coronel Suárez, quienes pensaron en la obra del escritor, como difusora de la cultura de los pueblos alemanes. El escritor agradece a Rocio Reser, Coordinadora del Centro Cultural de Pueblo Santa María, y Juan Ignacio Fidelle, Secretario de Producción y Turismo de la Municipalidad de Coronel Suarez, por difundir su obra y promocionar la cultura de los pueblos alemanes.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

La viuda

La viuda, vestida toda de negro, año tras año, transcurría en soledad su existencia cotidiana. Tanto en los tórridos veranos, como en los gélidos inviernos, la anciana acudía a misa, llevando en las manos una Biblia y un rosario. La cabeza cubierta, la mirada triste, y los ojos húmedos de llanto. Se sentaba en el primer banco, frente al crucifijo, cerca del altar. Escuchaba misa abstraída. Sus manos a veces temblaban, sus labios también. Siempre sola. Nadie la visitaba en su hogar ni nadie se sentaba junto a ella en la iglesia. Sus pensamientos y sus palabras solamente estaban reservados a Dios. 
Vivía sola en una casa de adobe. La casa de sus padres. La casa que compartió con su marido. La casa en la que nacieron sus tres hijos. Y también la casa donde veló a su esposo, sus dos hijos y despidió para siempre a su único hijo vivo el día en que se marchó a la Capital Federal para empezar otra vida, lejos de la tierra que lo vio nacer y crecer.
La viuda, vestida toda de negro, transcurría en soledad su existencia cotidiana, llorando a sus muertos, extrañando a su único hijo vivo.

Las rogativas, una antigua tradición religiosa de los alemanes del Volga del mes de noviembre, que todavía se mantiene vigente en los pueblos alemanes

“Durante las Rogativas se visitaba las tres cruces erigidas en los aledaños de la colonia, los niños marchaban adelante en formación y tomados de la mano, en dos bandas, varones y niñas. En medio caminaba Don Juan, todo lleno de devoción. Trasmitiendo por repetición hacia la grey infantil las Le­tanías de todos los Santos, para su contestación.
Los muchachos rezaban distraídamente, mientras sus ojos va­gaban por los campos vecinos, llevándose a cada rato algún pozo por delante. Entonces Don Juan intercalaba sabias advertencias en­tre las advocaciones: ¡San Matías... ruega por nosotros!... ¡San Pedro . . . chicos más hacia la alambrada! . . . ruega por nosotros ¡Santa Cecilia ... vean por donde caminan!... ruega por nos­otros! ¡San Andrés. . . mira infeliz qué has pisado!. . . ruega por nosotros!” –escribió alguna vez el Padre José Brendel

Greuz gehen

Las Rogativas se definen como la visita en procesión para celebrar una ceremonia litúrgica frente a tres cruces enclavadas en tres puntos cardinales en las afueras de la colonia y que, en su conjunto, representan a la Santísima Trinidad. La procesión, precedida por un sacerdote, los monaguillos y el Schulmeister, portando una cruz, parte de la iglesia durante las tres mañana siguientes a la conmemoración del Día de los Fieles Difuntos, o sea, el 2 de noviembre, para dirigirse a una de las cruces, en tres jornadas sucesivas, erigida a uno de los laterales de las calles de acceso a la localidad, para celebrar una ceremonia religiosa en Acción de Gracias por los dones recibidos durante el año fenecido y solicitar que la próxima trilla sea buena y que Dios prosiga bendiciendo a la comunidad con su gracia divina. La procesión retorna, cantando y rezando, a la iglesia, donde el sacerdote oficia una misa.
Un antiguo cuadernillo rememora que “los colonos se dirigen en procesión a las cruces, imbuidos de un profundo misticismo, y acompañados de las letanías de los santos; mientras que ya en el lugar, frente a Jesús crucificado, el sacerdote, luego de expresadas las letanías, oraciones y cantos, rocía con agua bendita los campos en señal de gratitud por los dones recibidos y en solicitud de buena cosecha. Y al término de la procesión oficia una misa en la parroquia.
La tradición proviene de antaño –continúa revelando el texto-, cuando San Gregorio Magno en el 590, las fijó para otorgarle mayor trascendencia a los festejos de la conmemoración de la entrada de San Pedro a Roma. Otros relatos, sin embargo, sostienen que el Papa lo hizo para sustituir las celebraciones paganas llamadas “Robigalia” (en honor al dios “Robigus”) que antiguamente efectuaban los labradores romanos, con procesión por los campos, para interesar la deidad a favor de los sembrados”. (Julio César Melchior)