Rescata

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sábado, 19 de marzo de 2022

Soy descendiente de padres alemanes del Volga

 Soy descendiente de padres alemanes del Volga, hijos nativos de Pueblo Santa María, una
localidad donde florecen en los amplios patios jardines, huertas y árboles frutales, donde las personas son amables, honestas y trabajadores, donde la mayoría hablamos un dialecto alemán, dónde decimos Brot en vez de pan y Gutt Morgent en vez de buenos días, donde nos saludamos todos cuando nos cruzamos en la calle y la sonrisa y el buen humor es algo frecuente, como frecuente es el diálogo entre los vecinos, que nos conocemos todos de toda la vida.
Soy descendiente de padres alemanes del Volga, que se enamoraron y se casaron jóvenes, que lucharon trabajando a la par, codo con codo, que de la nada misma, con esfuerzo, sacrificio y coraje levantaron su casa, tuvieron dos hijos, un varon y una nena, y con el correr de los años y de la vida, forjaron transformando sus sueños en tangible realidad, siempre trabajando, siempre poniendo lo mejor de sí mismos en cada cosa que emprendían, predicando con el ejemplo, sin necesidad de recurrir a palabras grandilocuentes, sin sermones ni discursos, sin palizas ni castigos, porque tenían palabra, porque lo que decían lo hacían, porque eran seres humanos de bien, justos, honestos y laburantes. Sus manos olían a tierra fresca y a pan casero, tenían callos y cicatrices, es verdad, pero cuánta ternura y cuánto amor había en ellas. Ningún oro del mundo alcanzaría para pagar una sola caricia de sus manos trémulas y cálidas, esas manos que cuidaban, curaban, protegían y llenaban nuestros cuerpos de risas en las noches de tormenta.
Soy descendiente de padres alemanes del Volga, que dieron hasta lo imposible para que nosotros, sus dos hijos, pudiéramos ir a la escuela, algo que ellos no pudieron hacer, y tuviéramos una buena educación escolar y una buena formación para la vida, para que todo nos fuera más sencillo que a ellos, que la tuvieron que pelear y luchar tanto, quizás demasiado. Porque la existencia, su existencia, estuvo llena de sacrificios para darnos lo mejor. Y lo mejor para ellos no era lo material, sino el ejemplo, la honestidad, el trabajo, el esfuerzo y la dedicación puesta al servicio de lograr no solamente los sueños propios sino también los del prójimo. Por eso, todos nosotros, hijos descendientes de alemanes del Volga, tenemos un compromiso no solamente con nosotros mismos y la vida sino también con nuestros padres. Nuestros padres que no solamente nos dieron la vida sino que también nos dieron una historia y una cultura, una herencia colmada de pergaminos que nosotros tenemos que rescatar, conservar y difundir con el ejemplo y legar a nuestros descendientes. Por ellos, por nosotros y por nuestro futuro como pueblo y como descendientes de alemanes del Volga.

Proverbios de los abuelos alemanes del Volga

Historias de las mujeres alemanas del Volga

 ¿Cómo vivían nuestras abuelas? ¿Cómo era su educación en el hogar y en la escuela? ¿A qué edad se casaban? ¿Cuántos hijos tenían? ¿Cuál era su rol dentro del matrimonio? ¿Cuál era el lugar que ocupaban en la sociedad? ¿Qué trabajos realizaban? ¿Qué se esperaba de ellas como mujeres, esposas y madres? Estas y muchas respuestas más a preguntas que seguramente alguna vez se han planteado, las encontrarán en el libro "La vida privada de la mujer alemana del Volga", que se puede adquirir desde cualquier lugar del país. Un libro único en su género. Un libro revelador de costumbres y tradiciones que se mantuvieron ocultas e intactas por siglos y que sorprende al descubrir que muchas sobreviven hoy.

"Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga"

 El transcurrir del tiempo se llevó invalorables tesoros de nuestra infancia. Sepultó en el pasado seres, acontecimientos y cosas que nos formaron, marcaron y forjaron nuestra identidad individual y colectiva. Se llevó a nuestros padres, que hoy descansan en el cementerio, a nuestros abuelos, que también murieron hace muchos muchos años, a vecinos, amigos y a un montón de parientes que en la infancia nos colmaron el alma de dicha y buenos momentos. Se llevó tradiciones, costumbres, formas de vida, de pensar, de afrontar la realidad cotidiana y de relacionarnos con los demás. Todas cuestiones que hacen a nuestra identidad como personas únicas y como colectividad. Para recuperar todo lo que perdimos, para volver a vivirlo, para conservarlo de manera indeleble, es que nació el libro “Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga”. Un libro que se puede adquirir desde cualquier lugar del país. En él está impreso el tesoro más valioso que tenemos: nuestro pasado, nuestra identidad. ¡No se lo pierdan!