Rescata

WhatsApp: 011-2297 7044. Correo electrónico historiadorjuliomelchior@gmail.com

miércoles, 27 de diciembre de 2017

La casa de mi abuelo

La casa de mi abuelo era de ladrillos y adobe. Puertas y ventanas pintadas de verde. Una galería pequeña donde solían jugar los niños. Dos cocinas: una de invierno y otra de verano. La de invierno tenía una cocina a leña, alimentada con bosta de vaca, una mesa de madera curtida, un banco largo contra la pared y varias sillas remendadas. La cocina de verano era más austera pero, en lo esencial, repetía el mismo decorado.
Al frente un jardín. Al fondo una huerta y un gallinero. Cerca de la vivienda una bomba de agua. Y allá lejos, casi al final del patio, un Nuschnick. Al lado una dependencia donde residía el cerdo que aguardaba la época de la carneada. Junto a él, pastando una vaca y su ternero, que daba la leche para el desayuno de los niños, y un caballo que utilizaba abuelo para ir y venir del campo.
Un galponcito de chapa con los enseres de trabajo y la bosta de vaca estivada durante el verano para pasar los crudos inviernos.
También había un horno de barro donde abuela horneaba el pan diario, bien temprano, en la madrugada.
La casa de mi abuelo fue también mi casa. El hogar donde viví mi infancia y mi adolescencia. El lugar y el ámbito donde mis padres forjaron mi identidad.

domingo, 24 de diciembre de 2017

Frohe Weihnachten

Después del Pelsnickel llegaba el Christkindie


¡Ahí viene! ¡Ahí viene!
El niño Jesús
caminando por las calles
de la humilde colonia.
Va vestido de blanco,
las manos llenas de golosinas,
a visitar a los niños,
a consolar sus corazones.
Llega después del Pelznickel,
a secar sus lágrimas,
que el viejo barbudo
hizo brotar con sus cadenas.

Ahí viene el Pelznickel

Por las calles oscuras,
en la Nochebuena,
va de casa en casa,
el Pelznickel.
Un colono disfrazado
con el Pelz del abuelo,
de la época de la arada,
cuando caían las grandes heladas.
Sus gritos guturales,
su arrastrar de cadenas,
asusta a los niños,
que lo aguardan llenos de miedo.
Porque ya en la casa,
los hace arrodillar,
sobre granos de sal,
para sus travesuras expiar.
Y los obliga a rezar,
una y otra vez,
mientras los pobres niños,
lloran, aterrados, sin parar.

martes, 19 de diciembre de 2017

La soledad de los viejos

Llueve y la anciana está sentada junto a la ventana, en la oscuridad de la cocina, meciéndose. La lluvia cae torrencialmente golpeando la ventana y la anciana la mira caer mientras reza el rosario. Su mente esta disociada de la realidad. Reza porque regresen hijos que murieron hace más de veinte años y por el eterno descanso de familiares que fallecieron hace más de cincuenta.
Su existencia cotidiana se desarrolla en el pasado. Conversa con los muertos que se velaron en la casa. Esta huérfana de hijos, marido y parientes, que la observan desde los retratos que cuelgan de la pared con sus ojos vacíos. Y la aguardan en la eternidad, en el cielo de Dios.
De día está sola la mayor parte del tiempo, como ahora, en este instante del atardecer. La mujer que la cuida y la acompaña por las noches, tiene otras prioridades. Es joven. A ella no la esperan los muertos, como a la anciana. Todavía está mas cerca de los vivos.

sábado, 9 de diciembre de 2017

Julio César Melchior. Quedan pocos ejemplares del libro “La infancia de los alemanes del Volga”

Otra vez está casi agotada la edición número 12 del libro de gastronomía alemana.

“La verdad que este ha sido un muy buen año, porque he logrado reeditar algunas de mis obras, también presenté un nuevo libro, ‘La infancia de los alemanes del Volga’, y fue realmente muy positivo. También con muchos proyectos para el año que viene”. 
Lo dijo Julio Cesar Melchior, escritor de Pueblo Santa María, quien tiene repercusión nacional y también internacional a través de sus publicaciones.
Sobre lo que sucedió con el libro que presentó este año responde que “venía haciendo libros que contenían textos tanto en alemán como en español, pero en este libro en particular, el de ‘La infancia…’, donde la mitad es en alemán, fue un proyecto nuevo y la repercusión es muy buena. La gente está muy satisfecha con el trabajo, se sienten identificadas, los lleva a recordar una época, una etapa de su vida, son disparadoras de una etapa de su vida olvidada o que creían que no era tan importante. Los libros hacen que ellos valoren todo lo que es su pasado. En cuanto a los jóvenes los lleva también a descubrir y a valorar lo que los padres y abuelos les cuentan de épocas pasadas”.
Este año salió a la luz la edición número 12 del libro de gastronomía de los alemanes del Volga. Sobre este libro señaló Julio César Melchior que “quedan muy pocos de la última edición. Es increíble lo que este libro sigue produciendo. La idea ahora, para el año próximo, es una nueva reedición y voy a sumarle otro capítulo más, con algunas recetas nuevas que logré que la gente me aportara. Siempre me llega material nuevo, por lo que estoy pensando en sumarle un capítulo más al libro. Entre ellas algunas recetas que por ahí no se cocinan, que me ha dado gente grande y que he tenido el gusto de probar. Es que como conté alguna vez, la gente describe la receta con palabras como ‘un puñadito, una pizca, un poquito…’, y esto exige transformarlo en una medida exacta, probada, para que pueda ser publicado correctamente”.
Para marzo o abril del año que viene una nueva edición del libro de gastronomía de Julio César Melchior, mientras el escritor de Pueblo Santa María sigue elaborando nuevos trabajos, con nuevas investigaciones en las que se ha hecho especialista.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Es la hora de la siesta en la colonia

Es la hora de la siesta en la colonia, es verano, algunos niños duermen, otros juegan bajo la sombra de un árbol, cerca de la casa, donde mamá, bajo la galería, hila lana en la rueca que abuela trajo de su aldea natal, allá lejos, a orillas del río Volga, cuando emigró a la Argentina en 1905.
Hablan en alemán. Cantan en alemán. Juegan en alemán. Los niños a ser hombres de campo y las niñas a ser madres. Reproducen en su universo infantil el ambiente que les rodea y les confiere identidad. Con sus usos y costumbres. Son los hombres y las mujeres del futuro, los que continuarán el legado cultural de sus ancestros, para que llegue a nosotros y para que nosotros, después, se lo leguemos a nuestros hijos y ellos a sus descendientes y, así, por siempre.

sábado, 2 de diciembre de 2017

Los veranos en tiempo de la abuela

En tiempos de la abuela daba gusto recorrer la colonia durante el verano. En cada casa florecía un jardín y producía una huerta. Hombres, mujeres y niños se esmeraban para regar en los atardeceres, sacando agua de la bomba y trasladándola a grandes baldes. Se trabajaba en familia. Todos utilizaban la pala para dar vuelta la tierra, el rastrillo para emparejarla y las azadas para formar los círculos donde luego se sembraban las semillas. No faltaba la clásica regadera de chapa. Tampoco los inventos para espantar a los pájaros, como el rectángulo de madera recubierto con alambre tejido o los piolines con tiritas de colores, entre otros. Las verduras se cosechaban y se consumían frescas y con el excedente se realizaban dulces, conservas y encurtidos.
En pleno verano, se hacían suculentos pucheros con abundantes verduras, que se ponían a cocinar desde temprano a la mañana sobre la cocina a leña. Donde también, y a la par, se cocinaban los dulces de tomate, zapallo, entre muchos otros, para consumo inmediato y para guardar en el sótano para el invierno.