Gentileza familia Hollmann |
Las primeras
décadas en las colonias fueron años de trabajo para nuestros ancestros, tiempos
difíciles en que el sacrificio y labor ruda perlaba las frentes de sudor de los
abuelos inmigrantes mientras araban la tierra, sembraban los campos y
cosechaban la mies bajo el sol tórrido de la pampa argentina.
Las primeras
décadas en las colonias fueron tiempos de fe en Dios y esperanza en el futuro
para nuestros ancestros, que erigían majestuosas iglesias, construían escuelas,
abrían comercios, trocaban la vasta soledad de la pampa argentina en un vergel
de viviendas.
Las primeras
décadas en las colonias fueron años de vivir aferrados a las tradiciones y
costumbres que nuestros ancestros trajeron consigo desde las lejanas riberas
del río Volga, con estilos y modos de vida que conservaban de un lejano ayer
que se perdía en la añorada Alemania.
Las primeras
décadas en las colonias fueron años en que el dialecto alemán era el único
idioma que hablaban nuestros ancestros, que llevaban grabados en el alma una
cultura inmensa y una identidad sin comparación.
Las primeras
décadas en las colonias fueron años diferentes a los actuales. Todo era distinto.
Era otra época. Eran otros hombres. Inmigrantes alemanes que tenían sueños y
los creían realizables, y que amaban su cultura y amaban a Dios por sobre todas
las cosas. Hombres que luchaban por conquistar un pedazo de tierra que los
hiciera dueños de un porvenir para sus descendientes y que, a pesar del dolor
del desarraigo de la aldea natal, allá en el Volga, volvieron a comenzar, a
formar hogares, a tener hijos, sin perder su identidad cultural.
Transcurridos
más de cien años de la fundación de las colonias; transcurridas aquellas
primeras décadas difíciles, de lucha y sacrificio; cabe preguntarnos: ¿Existe
todavía ese inmenso bagaje cultural que nos legaron nuestros ancestros? ¿Nos
preocupamos e hicimos lo posible por
conservarlo?