En nuestra infancia, en la colonia,jugábamos al fútbol en los baldíos,
hacíamos renegar a doña Ana
rompiéndole de un pelotazo
los vidrios de las ventanas de la cocina,
trepábamos árboles añejos,
buscando huevos en los nidos,
nos metíamos en la huerta del vecino
a hurtarle las ciruelas durante la siesta
y al regresar a casa, nos esperaban,
mamá con un sermón en los labios
y papá con la alpargata en la mano.
hacíamos renegar a doña Ana
rompiéndole de un pelotazo
los vidrios de las ventanas de la cocina,
trepábamos árboles añejos,
buscando huevos en los nidos,
nos metíamos en la huerta del vecino
a hurtarle las ciruelas durante la siesta
y al regresar a casa, nos esperaban,
mamá con un sermón en los labios
y papá con la alpargata en la mano.
En la escuela, durante los recreos,
jugábamos a las bolitas,
llenando el patio de hoyos
y el guardapolvo de tierra,
también jugábamos a la mancha
y a la escondida,
a la payana con cinco piedritas,
al trompo y a las figuritas,
y con tiza dibujábamos una rayuela,
para saltar de baldosa en baldosa,
hasta llegar al cielo,
dónde nos esperaba la señorita.
jugábamos a las bolitas,
llenando el patio de hoyos
y el guardapolvo de tierra,
también jugábamos a la mancha
y a la escondida,
a la payana con cinco piedritas,
al trompo y a las figuritas,
y con tiza dibujábamos una rayuela,
para saltar de baldosa en baldosa,
hasta llegar al cielo,
dónde nos esperaba la señorita.
Felicitaciones Julio por estos recuerdos. Me siento identificado en todas tus narraciones. Un abrazo
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