Es por demás conocida la historia
de cómo se afincaron los alemanes del Volga en el distrito de Coronel Suárez.
También sabemos el tipo de contrato que firmaron con Eduardo Casey y el acuerdo
al que llegaron para fundaron una determinada clase de colonias. Pero asimismo
es interesante extender la mirada y observar con criterio amplio qué acontecía
en el resto del país y preguntarse: ¿qué clase de colonias propiciaba fundar el
gobierno argentino al alentar el ingreso masivo de inmigrantes? La respuesta la
encontramos en la obra del Reverendo William C. Rhys, escrita en 1902.
William C. Rhys llegó a la
Argentina a fines del siglo XIX para hacerse cargo de la iglesia bautista en
Chubut, donde permaneció quince años, sirviendo pastoralmente a la grey galesa.
De regreso a su tierra natal, Gales, en 1902 escribió sus memorias, que recién
fueron publicadas hace unos pocos años por uno de sus nietos.
En esta obra, titulada “La
Patagonia que canta”, el reverendo, con abundantes datos recogidos en el lugar,
traza la historia de los pioneros galeses que el 28 de julio de 1865 arribaron
al país para colonizar una porción de tierra patagónica. De entre su pintoresco
relato, donde revive la epopeya colonizadora de sus compatriotas, es
interesante extraer un párrafo en el que reflexiona respecto a las clases de
colonias que se establecían en la Argentina a finales del siglo XIX, durante el
masivo arribo de inmigrantes.
El reverendo Rhys explica que eran
tres. A saber: “1) Algunas son solamente especulaciones lucrativas de
aventureros. Los hombres celebran contratos con el gobierno para asentar tantos
hombres en tantas leguas de tierra. El gobierno asegura las mayores facilidades
y parte de la concesión se divide en pequeños lotes, que son vendidos al precio
más alto que se pueda obtener de los colonos. La parte restante de la concesión
se reserva hasta que la colonia haya ganado un buen nombre y buenas
perspectivas. Se ayuda a los colonos con comida, animales, implementos,
semillas, alambrados, etcétera, y se les facilita el crédito. Esta clase de
colonias por lo general es la ruina de los colonos pobres que, confiados en el
éxito, son fácilmente inducidos a la especulación y arrastran el asfixiante
peso de las deudas. Bajo esta carga, después de luchar contra algunas
temporadas malas y otros incidentes desafortunados, comunes a las mejores
colonias en estado embrionario, son aplastados y sucumben; los lotes, las
mercancías y las mejoras vuelven a sus antiguos dueños. De esta forma hay
muchos colonos trabajando para las compañías ferroviarias.
2) Las colonias establecidas
directamente por el gobierno son de otra clase. La gente es inducida a
colonizar mediante el ofrecimiento de una generosa porción de tierra y una
asistencia sabia y limitada para comenzar. El progreso .de estas colonias es
más lento y menos ostentoso al principio, pero también es menos desastroso para
los colonos sin capital, que con el correr del tiempo suelen ser los más
prósperos. Las desventajas radican en que estas colonias por lo general están
ubicadas en distritos alejados de mercados convenientes, etcétera. Los
especuladores tienen una manera sutil de conseguir las mejores tajadas de
tierra para sus propias concesiones.
3) A la tercera clase pertenecen
las colonias creadas por filántropos, por medio de las cuales buscan establecer
una comunidad de acuerdo con alguna idea y así producir, desde cierto punto de
vista, una sociedad modelo.
Estos hombres obtienen una
concesión de tierra y la colonizan con inmigrantes especialmente conseguidos a
ese fin. Algunos de estos colonos tienen éxito y otros no. Y en caso de
fracasar, los filántropos son los que pierden.
Por otra parte, si estos fundadores
y héroes bien intencionados tienen éxito, reciben como recompensa más aplausos
que provecho y más gloria que ganancia. Sin embargo, generalmente la retienen
hasta que dejan de estar sobre la tierra”.