La niña llora.
Está triste y sola. Los cabellos enmarañados le cubren los ojos. Antes rubios
como un sol, ahora negros como un infierno. Su cuerpo se agita en un espasmo de
agonías repetidas. Las imágenes vuelven una y otra vez, una y otra vez… La
anciana abriéndole las piernas… La anciana extirpando el pecado cometido…
La puerta de la
habitación se abre. Papá satisfecho ingresa y le besa la frente. La humillación
ha sido borrada. El inevitable escarnio público fue eliminado. Ahora puede
estar en paz consigo mismo y la sociedad. Nadie se enteró de nada. Puede volver
a salir con la frente alta. Lo demás no importa. El tiempo sepultará las
heridas. Era algo que había que hacer y él lo hizo. A pesar de la opinión de su
hija; a pesar de sus creencias religiosas; a pesar de su conciencia; a pesar de
todo… Era necesario salvar el buen nombre de la familia y el dispuso de los
medios necesarios para que así sea.
Lo demás no
importa.