“Nuestro amor
no le importó
a la muerte ni al destino”.
|
La quise y ella me quiso. La amé y ella
me amó. Hasta el final. Hasta el último momento. Hasta el último beso. Hasta el
último adiós. Ella en la cama, muriendo, y yo sentado a su lado viéndola morir.
Nuestras manos quedaron enlazadas hasta
el instante del último suspiro. La de ella, cada vez más fría, dura, inútil. La
mía, caliente, viva; pero, sin ella, igual de fría, dura e inútil.
Nuestro amor no le importó a la muerte
ni al destino. No tuvieron piedad. Lo destrozaron con una enfermedad terminal
que a ella la enterró bajo una tumba de
mármol y a mí me dejó arrojado sobre ella, llorando desconsolado.
Desde entonces no hubo ni después ni
mañana. Ni aceptación. Solamente llanto y dolor y más dolor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario