Todavía jugaba con su muñeca de trapo
cuando su padre la llamó a la cocina y la sentó frente a Don Luis y le dijo “te
vas a casar con él”. Doña Catalina recién había cumplido catorce años y su
futuro marido era viudo, tenía treinta y cinco años y nueve hijos.
Doña Catalina pasó de jugar con su
muñeca de trapo a criar un bebé de cinco meses que la mujer de Don Luis dejó al
morir en el parto, y ser la madre de ocho hijos más. Los había de todas las
edades y sexos. Grandes, tan grandes que podían ser sus hermanos, y tan chicos
que necesitaban del cuidado más elemental para sobrevivir. A todo ese universo
familiar tuvo que sumar enseguida a su propio hijo, que nació un año después y
luego otro y otro, hasta completar siete. Su marido murió pero no se salvó de tener
más hijos. La volvieron a casar con un hombre cinco años mayor que
ella, con el que tuvo cuatro hijos más.
Su vida no fue fácil. Su existencia la
pasó pariendo hijos, encerrada en su casa, yendo del dormitorio donde traía
niños al mundo a la cocina donde los alimentaba y criaba. Jamás fue a una
fiesta. Jamás salió a pasear con ninguno de sus maridos. Su territorio fue
siempre la casa. Su universo los niños. Su futuro ser abuela si es que tenía
suerte y la voluntad suficiente para sobrevivir.
Y sobrevivió. Y dice que fue feliz.
Y seguramente lo fue porque no conoció
otra realidad. Las pocas mujeres con las que intercambió experiencias a lo
largo de su vida, estaban casi en la misma situación. Por aquellos lejanos años
nadie se planteaba la cuestión de la felicidad y tampoco nadie se preguntaba
¿soy feliz? La realidad se aceptaba tal como era. No se la cuestionaba jamás. Las
cosas eran así y punto.
Catalina vivió una vida
larga. Crió hijos. Los suyos y los de su marido. Enviudó dos veces. Fue abuela.
Bisabuela. Tatarabuela. Y un día llegó
su hora. Murió apaciblemente. De vejez. Falleció sin saber ni preguntarse jamás
qué es lo que quería o esperaba de la vida, de su vida. No se lo preguntó
porque jamás supo que tenía derecho a preguntárselo y porque ahogaron su
adolescencia bajo el yugo de un matrimonio y un hogar sin escalas previas. Sin
tener en cuenta su opinión ni sus deseos.
Se estruja el corazón al leer esta historia!!! . Qué vida sacrificada!! Abocada a la casa, los hijos, los esposos. Obedeciendo a padres, maridos y "a la vida". Cumpliendo el rol que la sociedad le impuso. La misma sociedad que hoy nos revela ante todo y nos dice que lo material da felicidad. Catalina abandonando su persona entregó su ser a la familia que le impusieron siendo una niña, formo la suya dos veces y FUE FELIZ!!!!!! En el sufrimiento y entrega de esta mujer yace la enseñanza.
ResponderEliminarGracias Hilando por no dejar que la historia de mujeres como Catalina queden en el olvido!!!!
Muchas gracias, Mariposa, por leer, analizar, reflexionar y dejar tu comentario.
EliminarPensar que pudo ser una profesional, una artista, una profesora... creo que ella nunca supo quién era en realidad, quisiera creer que existe una segunda oportunidad para todas las Catalinas de todos los tiempos, me gustaría creer que un día ella pudiera elegir... gracias Julio.
ResponderEliminarGracias a ti, Sheena, por visitar mi blog, leer, reflexionar y dejar tu mensaje!!! Adhiero a tu palabras!!!
ResponderEliminar