Fuente: www.lanuevaradiosuarez.com.ar
Santa misa en acción
de gracias en la Parroquia y agasajo de toda la comunidad parroquial. “Recuerdo
el momento de mi ordenación como un eterno presente. No necesito fotografías ni
nada para recordar cada detalle”
Tiene 88
años, la voz más clara que hace unos años atrás y la misma convicción de
siempre en la transmisión de la fe.
El martes
celebró 63 años de su ordenación sacerdotal, la que logró a una edad muy joven,
con apenas 25 años.
“Todavía me
acuerdo que Monseñor Esorto, en la Iglesia Parroquial de Pueblo San José, me
ordenó sacerdote. Hoy estoy actualizando todo ese momento hermoso, de cuando me
buscaron en la casa paterna. Vino el cura y todo el pueblo a buscarme –a pesar
de ser un día de semana- y en la casa de mis padres habían puesto los arcos de
triunfo hechos de flores y ramos de olivo que se acostumbraban en aquel tiempo.
Fuimos en procesión a la Iglesia de San José, donde nos esperaba el Obispo para
ordenarme sacerdote”.
Por supuesto
que se acuerda como se sentía ese día: “ante todo una gran alegría, no se puede
describir, al ver mi familia todos contentos alrededor mío. Y en segundo lugar,
la respuesta que dio el Pueblo San José a esa ordenación. Eso me estoy
acordando todo porque la gente vino en procesión a mi casa, que distaba de la
Iglesia como dos cuadras grandes y me acompañó al templo y durante toda la
ceremonia. ¡Eso no lo puedo olvidar más! Y lo estoy viviendo en estos días en
un eterno presente”.
Recuerda –y
lo tiene guardado en un cuadro- el momento en que su mamá ató sus manos puestas
en posición de oración con unas cintas, símbolo de su atadura para siempre con
Dios y con su Iglesia, luego que el Obispo le ungiera las manos con aceite:
“ese momento para mí fue una emoción grandísima”.
Recuerda
épocas difíciles. Joven, como era al momento de empezar a ejercer el magisterio
de la Iglesia, dice hoy, a la vuelta de los años, que “en la fe no tuve
problemas, gracias a Dios, en mi sacerdocio tampoco tuve problema, pero sí tuve
grandes dificultades en algunas parroquias porque me perseguían de día y de
noche quienes buscaban en mí al hombre; pero gracias a Dios y a la Virgen me
pude mantener en pie”.
Dice “yo me
ordené de cura para siempre y hoy sigo firme en mi puesto, gracias a Dios que
me fue ayudando para cumplir mi misión sacerdotal”.
Habló
también de momentos de dolor que le tocó vivir. Cuando falleció su hermano
Vicente, siendo sacerdote de Coronel Pringles, hasta el día de hoy recordado y
extrañado por aquella comunidad. “Me acuerdo cuando lo despedí”, dijo el Padre
Daniel a la Radio, y agregó: “después de la ceremonia litúrgica, cuando con el
ataúd abierto, me acerqué, tomé las manos de mi hermano y le dije ´Bueno, che
hermano, hasta el cielo!´. Ese fue un momento fuerte. También lo fue cuando
murió mi mamá, que falleció de repente y cuando mi padre estaba ya muy mal, en
cama, yo lo cuidaba; y el día anterior a que falleciera le propuse, por primera
vez, confesarlo, cosa que aceptó”.
Dice por
propia vivencia y por plena convicción que frente al dolor “la única solución
es la fe. El que no se apoya en Dios no encuentra explicación a ese fenómeno
tan raro y misterioso que pasa todos los días”.
El Padre
Daniel es un hombre bueno, un santo sacerdote que al día de hoy, con sus 88
años, sigue manifestando a quien quiera escucharlo su alegría por creer en Dios
y en trabajar por su casa.
Lo sigue
haciendo. Cada mañana, a las 10 hs., en una reacondicionada Capilla del Hogar
de Ancianos celebra misa para los abuelos que quieran ir.
El martes
celebró el 63º aniversario de haber sido ordenado sacerdote con una misa en
acción de gracias en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, en la compañía del
Párroco Diego Kessler, los sacerdotes Antonio, Agustín y Leandro en una
ceremonia que fue muy cálida y en la que estuvo acompañado de todos quienes lo
quieren mucho en nuestra ciudad.
En su
mensaje el padre Daniel valoro la presencia de tanta gente, la actuación del
Coro Parroquial y tras celebrarse la Eucaristía fue recibiendo personalmente el
saludo de los fieles.
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