Abuelo vivía
en una casita de adobe. Yo era muy niño y no comprendía su pobreza. Tenía una
mesa de madera gastada, platos y jarras para beber de lata. Un perro tan viejo
como él, con un corazón tan bonachón como el suyo. Miraba lejos, siempre
melancólico y triste. Sus ojos celestes enmarcados en pequeños dibujitos que
mamá decía que eran arrugas que la vida le había dibujado. Eran tan hermosas
esas arrugadas, recuerdo que me despertaban tanta ternura al acariciarle el
rostro. Cuando lo hacía me sonreía desde el alma y me repetía que era su nieto
preferido.
Pero pobre
abuelo, estaba tan solo. Solo en su casita de adobe. Solo en la vida. Abuela
había muerto. Se pasaba las tardes sentado junto a la ventana tomando mate,
murmurando recuerdos, hablando con ella. Me miraba y sonreía. Decía que abuela
estaba con él, que lo esperaba en el cielo.
Yo era muy
chico y no comprendía ni su dolor ni su soledad. Tampoco entendí por qué se fue
una tarde de marzo. Se quedó dormido junto a la ventana, con una sonrisa en los
labios y una fotografía apretada entre sus manos.
Sí, yo era muy chico para comprender que se había muerto de tristeza y
soledad.
Ich war noch zu jung für mein Großvater verstehen
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ResponderEliminarIch war noch zu (so) jung, um meinen Grossvater zu verstehen.
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