
William C. Rhys llegó a la Argentina a
fines del siglo XIX para hacerse cargo de la iglesia bautista en Chubut, donde
permaneció quince años, sirviendo pastoralmente a la grey galesa. De regreso a
su tierra natal, Gales, en 1902 escribió sus memorias, que recién fueron
publicadas hace unos pocos años por uno de sus nietos.
En esta obra, titulada “La Patagonia que
canta”, el reverendo, con abundantes datos recogidos en el lugar, traza la
historia de los pioneros galeses que el 28 de julio de 1865 arribaron al país
para colonizar una porción de tierra patagónica. De entre su pintoresco relato,
donde revive la epopeya colonizadora de sus compatriotas, es interesante
extraer un párrafo en el que reflexiona respecto a las clases de colonias que
se establecían en la Argentina a finales del siglo XIX, durante el masivo
arribo de inmigrantes.
El reverendo Rhys explica que eran tres.
A saber: “1) Algunas son solamente especulaciones lucrativas de aventureros.
Los hombres celebran contratos con el gobierno para asentar tantos hombres en
tantas leguas de tierra. El gobierno asegura las mayores facilidades y parte de
la concesión se divide en pequeños lotes, que son vendidos al precio más alto
que se pueda obtener de los colonos. La parte restante de la concesión se
reserva hasta que la colonia haya ganado un buen nombre y buenas perspectivas.
Se ayuda a los colonos con comida, animales, implementos, semillas, alambrados,
etcétera, y se les facilita el crédito. Esta clase de colonias por lo general
es la ruina de los colonos pobres que, confiados en el éxito, son fácilmente
inducidos a la especulación y arrastran el asfixiante peso de las deudas. Bajo
esta carga, después de luchar contra algunas temporadas malas y otros
incidentes desafortunados, comunes a las mejores colonias en estado
embrionario, son aplastados y sucumben; los lotes, las mercancías y las mejoras
vuelven a sus antiguos dueños. De esta forma hay muchos colonos trabajando para
las compañías ferroviarias.
2) Las colonias establecidas
directamente por el gobierno son de otra clase. La gente es inducida a
colonizar mediante el ofrecimiento de una generosa porción de tierra y una
asistencia sabia y limitada para comenzar. El progreso .de estas colonias es
más lento y menos ostentoso al principio, pero también es menos desastroso para
los colonos sin capital, que con el correr del tiempo suelen ser los más
prósperos. Las desventajas radican en que estas colonias por lo general están
ubicadas en distritos alejados de mercados convenientes, etcétera. Los
especuladores tienen una manera sutil de conseguir las mejores tajadas de
tierra para sus propias concesiones.
3) A la tercera clase pertenecen las
colonias creadas por filántropos, por medio de las cuales buscan establecer una
comunidad de acuerdo con alguna idea y así producir, desde cierto punto de
vista, una sociedad modelo.
Estos hombres obtienen una concesión de
tierra y la colonizan con inmigrantes especialmente conseguidos a ese fin.
Algunos de estos colonos tienen éxito y otros no. Y en caso de fracasar, los
filántropos son los que pierden.
Por otra parte, si estos fundadores y
héroes bien intencionados tienen éxito, reciben como recompensa más aplausos
que provecho y más gloria que ganancia. Sin embargo, generalmente la retienen
hasta que dejan de estar sobre la tierra”.
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