
A esta misa asistía toda la colonia, mayores, adolescentes y
niños, absolutamente todos. Salvo los que se encontraran impedidos por alguna
causa física o tuvieran a su cargo una tarea laboral impostergable, contaban
con el permiso para faltar.
No se admitía, bajo ningún punto de vista, no concurrir a esta misa. Además, nadie lo hubiera hecho. No se asistía por obligación sino por convicción y por fe: se creía profundamente en Dios y la fe se practicaba con el ejemplo.
No se admitía, bajo ningún punto de vista, no concurrir a esta misa. Además, nadie lo hubiera hecho. No se asistía por obligación sino por convicción y por fe: se creía profundamente en Dios y la fe se practicaba con el ejemplo.
Lo importante era que la familia completa estuviera presente
al momento de producirse el nacimiento del Niño Dios.
Y ese nacimiento se celebraba con alegría, con los corazones
alborozados de felicidad y pletóricos de esperanza.
Y un último detalle, fundamental para la Navidad y los niños
de la época, después de misa, una vez que toda la familia estaba ya en casa,
llegaba el Pelznickel y el Christkindie. Dos personajes que marcaron
fuertemente nuestra niñez. (Autor: Julio César Melchioor).
Para más información,
pueden consultar mi libro "La infancia de los alemanes del Volga", que
se puede adquirir desde cualquier lugar del país. Para consultas
comunicarse al siguiente correo electrónico: juliomelchior@hotmail.com.
Hermosa historia. Gracias por la generosidad de compartirla.
ResponderEliminar