Rescata

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jueves, 21 de noviembre de 2019

La tabla del 9: sucedió en una escuela de la colonia de antaño

El maestro ordenó al alumno, de ocho años, que se parara al lado del banco y recitara la tabla del nueve.
El niño, asustado, y con el rostro lleno de pánico, respondió, titubeando:
-9 por 1 es 9, 9 por 2 es 18, 9 por 3 es... 27.
- Más rápido -ordenó el maestro.
-9 por 4 es… es… es… 36! -balbuceó el alumno.
-Por fin! -gritó el maestro. Desde cuando es Ud tartamudo? No me conteste. No me conteste. Siga! Siga! No se detenga. Si seguimos así vamos a terminar a la noche.
-9 por 5 es… -continuó el niño temblando. Es… es… 35. 9 por 6 es… es… 64.
-No. No. No. Y no! Burro! -aulló el maestro descargando un golpe con el puntero sobre el banco, con tan mala suerte que se partió en dos.
-Mire lo que me ha hecho hacer. Se da cuenta? Ahora me va a tener que traer un puntero nuevo. Que su padre lo haga. No es carpintero?
El niño comenzó a llorar desconsoladamente porque sabía que si llegaba a casa con la noticia de que el maestro lo culpaba de romper el puntero, su padre lo iba a castigar con la alpargata, con suerte, o con el cinto, dependiendo de su humor y del gasto económico y la pérdida de tiempo que le iba a demandar reponerlo. Además todo alumno sabía también que a esto había que sumarle la humillación que sentían los padres cuando uno de sus hijos era reprendido en la escuela. Castigo en la escuela era sinónimo de castigo en la casa. Y los niños lo sabían. Porque la palabra del maestro no era puesta en duda jamás.
-Venga para acá! -ordenó el maestro rojo de furia. Ahora se va a parar ahí, mirando el rincón hasta la hora del recreo. Ah! Y le aviso que al recreo no va a salir! Se va a quedar en el aula repitiendo conmigo la tabla del 9 hasta que la sepa de memoria. (Autor: Julio César Melchior).

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