Las mesas largas con
sus sillas de madera, las cocinas a leña, el sabor y el aroma de las comidas
tradicionales, el amor de mamá y papá cuidándonos en las largas noches de
invierno, cuando nos enfermábamos, la abuela cantándonos el “Tros tros,
Trillie” y el abuelo tocando la acordeón… Los casamientos de antaño, que se
prolongaban durante casi una semana, la misa de los domingos, los almuerzos
interminables… Y el recuerdo de los que ya murieron pero nunca se fueron de
nuestro corazón… Todo eso y mucho más, en el libro “Lo que el tiempo se llevó
de los alemanes del Volga” y "La infancia de los alemanes del Volga",
que se pueden adquirir desde cualquier lugar del país.
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