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lunes, 28 de septiembre de 2020

Los recuerdos de la abuela

La abuela tomó el libro que su nieta Micaela le había obsequiado el día anterior y se sentó junto a la ventana, en el mismo lugar donde se sienta todas las tardes, después de tomar mate, para ver pasar la gente por la vereda, mientras teje prendas para los nietos más pequeños de la familia.
Corrió las cortinas, saludó con alegría a doña Mercedes, que pasaba, también como todas las tardes a esa misma hora, rumbo a visitar a su hija, que está en cama, padeciendo una fuerte gripe. Se acomodó en la silla, volvió a echar una mirada a la calle, hasta que, por fin, se decidió a abrir el libro. Y como siempre, con las revistas y los periódicos, que leía de vez en cuando, comenzó por la última página. Esa era su manera de leer. Y no la iba a cambiar porque fuera un libro. Sobre todo este libro, que tenía en sus manos, que además de escritos tiene muchas fotografías. Y a ella, a la abuela, le fascina mirar fotos. Primero mira las imágenes, con atención, detalle y paciencia, y recién después comienza a leer.
Al recorrer las fotografías en el libro, todas antiguas, de descendientes de alemanes del Volga, algunas tomadas hace más de cien años, otras quizá menos, pero no tanto, y otras, que le recuerdan la época de su infancia, adolescencia y niñez. Se queda observando imágenes en la que se reproducen una anciana hilando lana en la rueca, un casamiento con los novios vistiendo las ropas típicas que se usaban antes, allá lejos, en el tiempo, mujeres lavando ropa en fuentones y con la tabla de lavar, reuniones familiares, con los abuelos, hijos y nietos, hombres y mujeres trabajando el campo a la par, con un arado mancera, un horno de barro, una casa de adobe… y las lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas. Tantos recuerdos juntos la desbordan de emoción, le despiertan sus propios recuerdos, sus propias vivencias: el día de su boda, el día del nacimiento de su hijo mayor, la muerte de sus padres, el fallecimiento de su marido. Tantas vivencias le vienen a la memoria que se cubre los ojos para llorar. También recuerda momentos felices: la dicha de conocer a su marido, los once hijos que tuvieron, las reuniones familiares en la cocina, alrededor de la mesa grande de madera, todos riendo, hablando en alemán, comiendo Wickelnudel, Maultasche o asado de lechón al horno con papas. La alegría de los casamientos de cada uno de sus hijos. El nacimiento de los nietos…
Se seca las lágrimas con el pañuelo que siempre guarda en la manga del pulóver y abraza el libro. Lo abraza con ternura. Mentalmente le agradece a su nieta el regalo. Un regalo hermoso, piensa la abuela, mientras coloca el libro sobre la falda para leer el título. "Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga", se llama el libro. Del escritor Julio César Melchior. Un libro que para la abuela es un tesoro

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