-Siempre esperan hasta último momento – se quejó la peluquera. A una semana de la fiesta y todo el pueblo quiere cortarse el pelo- agregó mientras acomodaba su peine, la tijera y una toalla que parecía haber secado varias cabezas.
El cliente número uno y el cliente número dos esperaban su turno sentados, uno al lado del otro, detrás de la mesa, en el largo banco, en la cocina.
Empezó a cortarle el cabello manipulando la tijera con ademanes profesionales, gesto adusto y sin emitir palabra alguna, plenamente concentrada en su tarea.
El cliente número dos observaba.
Concluido el corte, el cliente número uno se sacudió la cabeza y fue a mirarse en el espejo que colgaba de la pared.
El cliente número dos, que era mujer, ocupó su lugar en la silla.
La peluquera le desenredó las trenzas y se las cortó.
-Ahora se usa el pelo corto- dijo.
La cliente no emitió queja ni opinión.
Concluido el corte, la cliente número dos también fue a mirarse al espejo.
La puerta de la cocina se abrió y los niños se miraron estupefactos.
-Qué le pasó a tu pelo?-le preguntó la madre a la cliente número dos, que tenía ocho años.
El juego había terminado.
La peluquera, de diez años, comprendió que le esperaba un severo castigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario