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domingo, 11 de septiembre de 2022

Durante este fin de semana se celebra la fiesta Kerb de Pueblo Santa María, momento ideal para recordar cómo se festejaban antiguamente

 
A medida que la fecha de Kerb se acercaba, las actividades dentro de las viviendas y en el pueblo se multiplicaban por doquier. Porque las amas de casa, herederas de costumbres que sus ancestros les legaron, llevaban a cabo diferentes tareas para acondicionarlas mejor y darles un matiz más acogedor y bello.
Entre estas diferentes labores sobresalen algunas que en sí mismas representan una curiosidad. Como el blanquear las paredes de las viviendas para embellecerlas e imprimirles un matiz más entrañable y acogedor mediante la utilización de colores y texturas que sugieren la obediencia a un canon preestablecido por la tradición: antiguamente, la superficie de muros de las casas de adobe eran blanqueadas con cal viva apagada o, mejor aún, con el residuo del carburo cálcico de los equipos de soldadura autógena. En las paredes interiores se ponía de manifiesto la gran creatividad de las abuelas alemanas del Volga, porque para hacer más decorativo y alegre el ambiente se tomaban ovillitos de lana destejida y se las mojaba en agua azul teñida con tintura para la ropa, y se las estampaba sobre las paredes.
También se limpiaban y acondicionaban las viviendas que poseían sus ladrillos exteriores a la vista, que pertenecían a familias más acomodadas: los techos de chapa se pintaban de color rojo y las puertas, ventanas y postigos de color verde, por lo que la imagen que ofrecían las colonias desde lejos eran las de unas pequeñas aldeas campesinas, de casitas muy blancas y techos rojos, agrupados como un rebaño a la sombra de la torre de la iglesia en la ondulante sinfonía de verdes, azules y amarillos de la campiña pampeana en primavera, que hacía recordar a una vieja estampa europea.

Se recibían familiares y visitas que llegaban desde diferentes lugares del país

Las colonias multiplicaban su cantidad de habitantes porque, para esa fecha, las familias albergaban en sus viviendas a parientes y amigos que llegaban en caravana de carros tirados por caballos desde lejanos puntos del país donde trabajaban en el campo, a lo largo de todo el año, o de los pueblos y ciudades donde residían luego de contraer matrimonio y mudarse en busca de mejores trabajos y una mejor calidad de vida. 
Arribaban a la localidad trayendo productos alimenticios de granja de todo tipo, para colaborar con la economía doméstica durante su estadía, cargando cobijas y enseres. Se comía lo que había que, por otro lado, era suculento y elaborado de manera casera y siguiendo los patrones de recetas tradicionales. Se dormía donde se podía y donde hubiera lugar. Los colchones y mantas se tiraban en el piso, en las habitaciones y en la cocina. Y si la noche se prestaba, poco importaba dormir afuera, a la intemperie, bajo los carros, estacionados en los patios, o en las carpas construidas con lonas, bolsas de arpillera o chapas, donde en los primeros tiempos se llevaban a cabo los encuentros y los bailes familiares.

Las fiestas de Kerb eran grandiosas

Las fiestas de Kerb eran grandiosas y se dividían en dos partes: la jornada en que se conmemoraba la consagración de la iglesia al santo patrono de la localidad, y el fin de semana siguiente en que se realizaban los eventos sociales que se organizaban para tal ocasión. El día en que la comunidad conmemoraba la consagración de la parroquia al santo patrono se llevaba a cabo una procesión con el santo por las calles de la colonia y posteriormente se celebraba una misa multitudinaria. 
Durante el fin de semana siguiente se efectuaba la celebración social, con grandes bailes que organizaban los clubes, partidos de fútbol, torneos de Kosser, extraordinarios espectáculos musicales y culturales provenientes de distintos lugares del país que contrataban las instituciones, como festivales de patín artístico con estrellas de relieve, show de todo tipo, con artistas de renombre, y mil y una cosa más; multitudinarias quermeses que preparaban las escuelas parroquiales a cargo de las hermanas religiosas, todo era música, banderitas y lamparitas de colores cruzaban el patio de la escuela. Las calles bullían de gente. El inicio de los eventos, sobre todo los bailes, se anunciaban con salvas de bomba de estruendo.
La familia se congregaba alrededor de la mesa para compartir una suculenta comida, consistente en asado al horno con papas, füllsen, strudel, entre otras delicias alemanas que cocinaban las mujeres. La sobremesa se prolongaba con bulliciosas conversaciones, porque la mayoría de los integrantes de la familia solamente se reencontraban en esa fecha en particular; luego había música, baile, canto; y a la hora de la merienda se servía el riquísimo dünne kuchen o riwwel kuche con miel acompañado con mate o cerveza casera, más conocida como kwast. Los dünne kuche se horneaban los días previos, junto con el pan casero, en los típicos hornos de barro. 
Los jueves, viernes, sábado, domingo y lunes eran días no laborales. Los lunes por la mañana se iba al cementerio en procesión a rendirle homenaje a los colonos fallecidos, y por la tarde continuaban desarrollándose la kermesse y los demás acontecimientos. En resumen, la fiesta de Kerb, en su faz social, se iniciaba el jueves y concluía el lunes a la noche con multitudinarios bailes y tertulias familiares que se llevaban a cabo durante todas las noches.

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