La abuela sonrió cuando su nieta le entregó el regalo. Pero fue una sonrisa incómoda. No estaba acostumbrada a recibir obsequios. Nunca supo cómo reaccionar frente a este tipo de demostraciones de afecto. Algo lógico, teniendo en cuenta que ella era de una época en que las demostraciones de cariño eran escasas y nadie regalaba obsequios sofisticados, envueltos en envolturas bonitas, con moños de colores.
La nieta la abrazo fuerte, muy fuerte. La abuela primero no supo cómo reaccionar. Luego, paulatinamente, venciendo sus propios temores y vergüenza, respondió al gesto.
Acto seguido abrió el obsequio. Lo hizo con sumo cuidado, tratando de no dañar ni la bolsa ni el papel.
-Hay que romper, abuela. Trae suerte.
-Me da pena romper el papel. Es tan lindo -se excusó la abuela.
Nieta y abuela abrieron el regalo. Cada una siguiendo su criterio.
De entre la bolsita, el papel y el moño rojo asomaron dos libros, cuyos títulos sorprendieron a la abuela: "La gastronomía de los alemanes del Volga" y "Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga", del escritor Julio César Melchior.
Los tomó y los acercó a su pecho. Un cúmulo de recuerdos llenaron su memoria de imágenes. Del pasado llegaron escenas de su madre cocinando comidas tradicionales y de su padre trabajando el campo.
Esta vez fue la abuela quien abrazó a su nieta, emocionada y desbordada por la nostalgia e inmensamente feliz.
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