Rescata

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martes, 21 de marzo de 2023

Recuerdos que mi madre me contó en su vejez

 Mi madre me contó en su vejez que cuando ella era niña, en tiempos de Cuaresma, se mantenía un estricto ayuno y abstinencia los días miércoles y viernes, esto incluía nada de carne, absolutamente nada, y comer poco, lo necesario para alimentar el cuerpo. También eran días de profundo silencio interior que se extendía no solamente hacia todos los integrantes de la casa sino que el silencio también debía reinar en todos los rincones del hogar. Los platos que más se elaboraban durante esos días eran los Kleis y los Maultasche, los Kleis recubiertos con trocitos de pan duro rehogados en grasa y los Maultasche rellenos de ricota.
También me contó que eran días de honda comunicación con Dios, días en que se rezaba mucho y los niños debían tener mesura en sus risas y en sus juegos. Cosas que luego se profundizaban aún más el día Viernes Santo en donde la casa debía permanecer en penumbras, casi en silencio y todos los integrantes de la familia estaban de luto porque a las tres de la tarde de ese día se rememoraba la crucifixión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Aparte –dice- la Cuaresma y la Pascua eran días de asistir a misa, ningún niño escapaba a esa obligación. Y agrega que a lo largo de todo el año “si yo faltaba a misa las hermanas religiosas de la escuela me ponían una falta en el boletín. Así de estrictos eran antes nuestros padres -sostiene- y de creyentes en Dios. Ellos tenían a Dios presente a toda hora, las campanas de la torre de la iglesia anunciaban el amanecer, las doce del mediodía y el anochecer, y en cada ocasión, todos debíamos dejar lo que estábamos haciendo, persignarnos y rezar el Ángelus. Lo mismo que rezar antes de cada comida y, de noche, como sobremesa leíamos la Biblia y cantábamos canciones religiosas.
Mi madre también reflexionó con honda tristeza, que sentía mucha pena que todas estas costumbres y tradiciones se fueran perdiendo, costumbres y tradiciones que para ella y todos los alemanes del Volga forman parte de su identidad, de su forma de ser, y le daban sentido a sus vidas. Mientras me decía esto, sus ojos se llenaban de lágrimas, sus dedos, entrelazados con su rosario negro que siempre llevaba en sus manos, temblaban.

Al recordar estas palabras que mi madre un día me contó comencé a rescatar, revalorizar y escribir libros que recuperaran para siempre todos estos recuerdos y todas estas tradiciones y costumbres, porque son parte de nosotros mismos. Porque nos hacen comprender quiénes somos y porque somos como somos. Y porque debemos sentir orgullo de ser descendientes de alemanes del Volga. Esos libros son: “Lo que el tiempo se llevó de los alemanes del Volga”, “La vida privada de la mujer alemana del Volga” y “La infancia de los alemanes del Volga”. Autor: Julio César Melchior. Los libros los pueden adquirir escribiendo a juliomelchior@hotmail.com o al WhatsApp 01122977044.

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