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martes, 23 de abril de 2024

Las inolvidables sopas de abuela

 Hasta no hace tantos años preparar y tomar sopa era toda una ceremonia que comenzaba muy temprano a la mañana cuando abuela ponía una olla grande con abundante cantidad de agua a cocinar sobre la cocina a leña, la idea era que las legumbres estuvieran bien cocidas, porque la sopa podía ser de arvejas o porotos, ambos productos cosechados en la quinta lo mismo que las verduras, papas, zanahorias, trozos de zapallo, acelga, perejil, repollo, choclo, apio, ajo, cebolla, puerro, entre otras, a lo que se le agregaba una buena cantidad de carne que también debía estar bien cocida. Estos ingredientes no se arrojaban dentro de la olla todos a la vez, sino que el proceso estaba bien cronometrado por la abuela, había un tiempo para las legumbres, otro para la carne, otro para las verduras duras, otro para las verduras de cocción más rápida. Lo mismo que ella controlaba con precisión para que la sopa, al hervir, no desbordara la cacerola ensuciando la cocina a leña. Aunque esto muchas veces era inevitable. La casa se llenaba de aroma a hogar.
Al mediodía todos sentados alrededor de la mesa grande de madera esperaban ansiosos que abuela nos sirviera un abundante y caliente plato de sopa que, obviamente, también llegaba con fideítos caseros, amasados por ella y cortados muy finitos que eran una delicia.
Saboreada la sopa llegaba la enorme fuente llena de verduras y carne que abuela colocaba en el centro de la mesa. De más está recordar que las verduras y la carne que sobraba se cortaba en trozos relativamente pequeños para preparar lo que muchos llamaban “ropa vieja”, una especie de ensalada de papa con verduras y carne. A la que se le agregaba mayonesa casera.

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