Gentileza de Diario La Nueva Provincia
Perdió a su
mamá a los 11 años, y a su papá, mientras la intervenían quirúrgicamente
producto de un carcinoma invasor. Hoy, recuperada, piensa hasta en tener un
hijo.
Graciela
Schmidt Robilotta, de 42 años, decidió vivir para contarla, y lo logró.
Convirtió el dolor en poesía, la experiencia límite en liberación y su lucha en Ofrenda , el libro que editó recientemente y
en el que refleja la convicción que la sostuvo durante su tratamiento contra un
carcinoma invasor.
"Nunca
le tuve miedo a la muerte, tenía la certeza que eso no iba a pasar",
asegura esta mujer de palabras serenas y unos ojos verdes tan intensos como las
experiencias que vivió desde muy chica, ya que a sus 11 años se enfrentó a la
muerte de su mamá, quien padeció un accidente cerebro vascular.
"He
vivido mucho, no en tiempo, sino en cómo sentí la vida; pese a todo, ella me
recompensó tres veces más de lo que yo esperaba", asegura y aclara "y
no hablo de cosas materiales, como tener una casa o un auto lujoso sino de la
paz interior que siempre tuve", comenta.
Ese
estado del alma --dice-- la ayudó a afrontar su diagnóstico de cáncer invasivo,
en 2009.
También
habla de que su enfermedad le enseñó a vivir sin miedo al fracaso, con el solo
objeto de ser libre y de hacerse más fuerte cada día.
Uno
de los momentos más dolorosos de los últimos tiempos, fue la pérdida de su
padre.
"El
murió de tristeza, se infartó mientras me practicaban una cirugía; estaba muy
triste por mi enfermedad, aunque estoy segura de que dejó su ofrenda por
mí", asegura Graciela con entereza.
Confiesa
que hoy disfruta en silencio tanto de un cielo estrellado como de acompañar a
sus amigos, sometidos --como ella misma en un tiempo-- a eternas sesiones de
quimioterapia y a quienes contuvo, escuchó y hasta sostuvo las manos aún
sabiendo que --a muchos-- debía decirles adiós.
Dice
que su libro es una ofrenda para todos ellos y que en él registra los momentos
vividos en comunión, historias y testimonios de muchos que hoy ya no tienen voz
para contar su experiencia.
"Muchas
veces me preguntaba cómo podía querer tanto a los amigos que había hecho
durante el tratamiento de quimio. El sentimiento surgía por compartir
historias, vivencias y dolores, no físicos, sino del corazón", reflexiona.
También
destaca la calidad y calidez del servicio de oncología del Hospital Municipal
Doctor Raúl Caccavo y destaca al doctor Paul Ginestet.
Durante
su tratamiento de quimioterapia, Graciela confiesa haber sentido que vivía en
dos mundos paralelos.
"Por
momentos, disfrutaba con intensidad de un baño en la pileta y, en otros, tenía
que encerrarme en una pieza para recibir quimioterapia", expresa.
Así,
la grata situación de cenar con amigos se contraponía al pesar de tener que
entrar a su habitación a ponerse una peluca.
Dice
que hoy se siente libre de toda presión social, moral y religiosa y asegura que
pudo valorar "lo esencial y cotidiano".
"Muchas
veces pensaba que si me iba no iba a volver a volver a ver el sol o un cielo
estrellado. Y quizás nunca antes me había detenido a maravillarme con tanta
inmensidad", sostiene.
"Voy
a tener un hijo". La esperanza y las ganas de vivir de Graciela se
traducen hoy en las ganas de tener un hijo, de proyectar su existencia en otro
ser.
"Espero
se sancione la ley de alquiler de vientre en nuestro país, ya que es muy
riesgoso para mí hacerme un tratamiento de fecundación in vitro, además de
haber tenido una conización del cuello de útero por haber padecido HPV, por lo
que es casi imposible pensar en un embarazo", indicó.
"Para
mí es un hecho que voy a tener un hijo, es más en mi libro le hablo y le digo a
Mefistófeles (que representa al diablo) que mis hijos vendrán, que he soñado
con ellos y veo sus caritas, porque sé que van a ser varios; no estoy
embarazada pero la idea existe y cuando existe la idea, se cumple",
finaliza esta defensora de la vida que ha sabido luchar contra la adversidad
con una pacífica sonrisa.
Otra
vez a bordo de su alfombra mágica
Desde
muy chica sintió pasión por leer, sentía que a través de la lectura se
transportaba a un mundo imaginario donde las cosas que sucedían eran
"siempre buenas y percibidas desde otro punto de vista".
"Así
cuando mi papá me retaba yo pensaba en la alfombra mágica que me llevaría al
palacio de las princesas", recuerda.
Con
el tiempo, la lectura, el estudio y la vida misma, hizo que se inclinara por la
poesía filosófica, donde --según explica-- los poemas componen en base a
intuiciones, percepciones y asociaciones libres que invitan al lector a una
reflexión.
Los
temas abordados en su libro Ofrenda son duros --refiere-- como la muerte,
el dolor, la libertad sexual, el alquiler de vientre y Dios en todas sus
formas.
"Yo
sentía que debía escribir y porque sé que voy a vivir muchos años; voy a
desparramar estas historias como si fueran pedacitos de almas; para transmitir
mi paz a quienes quizás estén pasando por lo mismo", añade.
"Y
si algún día me lleva la muerte, quiero que no me quede nada por decir, quiero
haber podido ofrendar todo mi sentir a la humanidad", reflexiona con
entusiasmo y ansias de gritar al mundo su felicidad por haber vencido a la
muerte, cuando sentía que no era su momento.
Cuenta
que cuando empezó a escribir su libro, conoció a personas que dejaron
testimonios esperanzadores, un mensaje de vida que le llegó al alma y la motivó
aún más a finalizar su trabajo.
"Era
como si Dios me confirmara que todo iba a andar bien y que mi misión era dejar
ese mensaje en el mundo", sostiene.
Una
ofrenda de amor para quienes ya no están.