Si uno observa a
Graciela Schmidt en cada una de sus poses, en sus actitudes, en sus letargos
o en sus euforias notará claramente el aura que irradia. Una luz vibrante y
especial.
“Ofrenda” fue el libro que presentó el viernes en la Biblioteca Sarmiento, pero
en realidad lo que hizo Graciela Schmidt fue dar un mensaje de vida y de
fuerza interior absolutamente conmovedor, exultante, emotivo y contagioso.
Es que la novel escritora se lanzó con furia a escribir el día que se enteró
que tenía un cáncer, que su vida cambiaba para siempre, que comenzaba una
lucha que con convicción está ganando día tras día. Y así nació este libro,
una ofrenda a la vida y a cada uno de sus lectores, un pasaje por los
laberintos más íntimos de la autora, pero también por los dolores, las
esperanzas, los miedos, la fe, el goce, el triunfo y esencialmente la llama
clara del mensaje nítido.
No hay dudas: hay gente que irradia luz, y cuando se tiene la suerte de
compartir tiempo y espacio con una de esas personas, es inevitable que
uno salga iluminado.
“Todas las noches soñaba que una bella mujer se convertía en un ave”, dice
Graciela Schmidt en uno de sus poemas, una confesión casi autobiográfica para
quien el viernes mostró sus alas y sus ganas de volar a una audiencia
conmovida por el mensaje renovador y de esperanza que la autora, su familia y
sus amigos, brindaron a quienes colmaron la sala Juan Tosto de la Biblioteca
Sarmiento.
Todo contribuyó a crear el clima adecuado: una sensible ornamentación, la
música de ambiente, las obras colgadas de la amiga de la autora, Luján
Ferreyra, la zapada sentimental y sinestésica nacida de las manos y el
corazón de Lucas Urlacher, el mensaje profundo de su nuevo amigo y compañero
de poesía, Julio César Melchior, la lectura emocionada de un poema de la
autora por parte de Nancy Augusto, el reconocimiento sabio de Julio Losada,
el regalo a pedido de la escritora de Jorge Piaggio, el amor hecho música de
Sergio, su marido, que le obsequió “Love of my life”, las palabras del médico
Paul Ginestet, su guía en el aprendizaje de la lucha, el valiente testimonio
de Alicia Gerk y la danza sensual y atrapante de Gloria y su pareja.
Entonces, cuando se puede compartir la vivencia de una persona
extraordinaria, tomando como extraordinario aquello que excede lo normal, los
efectos perduran en el alma aún bastante después de ese momento. Seguramente
esa fue la sensación que se llevaron todos quienes estuvieron en la
presentación, quizás para muchos haya sido la primera vez que asisten a la
presentación de un libro, aunque muchos otros lo habrán hecho muchas veces,
pero a todos ellos les quedará el recuerdo de un momento único, diferente,
especial. Por eso las sonrisas, la emoción, el disfrute, pero
fundamentalmente la comprensión de la necesidad de enfrentar los problemas
con coraje y con decisión porque es así como se sigue adelante. “Ofrenda” es
apenas una muestra, pero trascendente.
Su claro ejemplo
“Ven que te limpie los ojos y acostumbrate ya al resplandor de la luz” regala
Walt Whitman, y Graciela acepta y comparte ese sentido y ofrece en sus
palabras la luz que irradia, contagiando serenidad, sin pérdidas esta vez,
pero con las anteriores omnipresentes. Por eso, están allí, presentes, sus
adorados padres y tantas compañeras que le dieron impulso, que compartieron
una mano apretada, una oración de esperanza, un llanto, un hombro consolador.
Y llora su hermano, su abuela, su tía. Y la abrazan sus hermanas, sus
sobrinos. Y secan lágrimas sus amigas. Pero con un llanto distinto, muy
distinto al de hace dos años, cuando una noticia le cambió la vida. Esta vez
las lágrimas marcaron emoción, sentimientos cargados de alegría.
La poesía de este libro es una poesía universal porque habla de los
sentimientos que a todos nos cruzan, dándole protagonismo a lo cotidiano, a
lo que nos hace humanos, aún más humanos. Pero sobre todo universales, como
la poesía de su bienamado Whitman, que parece haberle dedicado estos versos:
No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,/ sin haber sido feliz,
sin haber aumentado tus sueños./ No te dejes vencer por el desaliento./ No
permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,/ que es casi un deber./
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario./ No dejes de
creer que las palabras y las poesías/ sí pueden cambiar el mundo. (…) //
Aunque el viento sople en contra,/ la poderosa obra continúa:/ Tu puedes
aportar una estrofa./ No dejes nunca de soñar,/ porque en sueños es libre el
hombre./ No caigas en el peor de los errores:/ el silencio.
Y Graciela no lo hizo. Ni lo hará porque ‘ella aún está eligiendo.
Bienaventurada’.
Hoy le decimos bienvenida, bienvenida tus letras y tu voz, pero esencialmente
Graciela, bienvenida tu luz, tu aura y ese ejemplo de vida que has dado.
Por eso, por todo eso, nada mejor que la canción que marcó el cierre de la
presentación: fue justo que se escuchase “We are the champions” en la
presentación del libro de una campeona de la vida.
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