Prólogo
del libro y al final del mismo, el texto del poema que da nombre a la obra:
Ofrenda, por Graciela Schmidt Robilotta.
El
prólogo del libro de la escritora Graciela Schmidt Robilotta redactado por el
escritor Julio César Melchior expresa que: El libro que tiene entre sus manos
es como su nombre lo indica: una Ofrenda.
Una ofrenda a cada lector. Con poemas filosóficos que incitan a la reflexión.
Transitando temas fundamentales de la existencia humana, como la muerte, el
dolor, el amor, el alquiler de vientre, la libertad sexual, etc.
Escrito
en verso libre, blanco o poesía narrada, contiene un registro de voces
sincopadas que conversan, dialogan, suplican, agradecen… siempre con un
profundo respeto hacia las obras clásicas de la literatura universal, en
espacial Fausto, de Goethe.
Asimismo,
se concentra en las sensaciones del cuerpo y las percepciones del espíritu:
todo es intuición. Dioses y héroes pasan a lo largo de la obra para ser
eternizados, porque en ellos palpita el alma de los personajes.
Los
diálogos, los monólogos, las súplicas, todo cumple su objetivo.
Imágenes,
ironías, sentencias… La autora no se recata en confesar sus más secretas
intimidades. Hermosos remansos, esperanzas aún dentro de los poemas más
dramáticos y duros.
La
obra está dividida en cuatro partes: Ofrenda
a mis padres… Como principio de toda felicidad y el dolor al perderlos. A la vida… Como viaje de Ulises. Al amor… Como un fin en sí mismo. Y a Dios… Como paz, como la Ítaca del
libro.
Es
a su vez metáfora del desarrollo humano niño, adolescente, adulto, vejez;
contención, rebeldía, orden y paz. Pasos y huellas en el camino. Donde se
entrelaza otra historia en tres poemas, se entrecruza con la obra de Goethe.
Las tres comienzan con monólogos de Mefistofeles
en palacio: el primer presagio niega a éste su triunfo, el segundo cambia las
leyes universales y el tercero, desencadena en un desenlace majestuoso, lo
sentencia, al traer la certeza como última ofrenda a la humanidad.
Obra
apocalíptica. Como la de Platon en su
mito de la caverna, que viene a revelar misterios de las sombras y a anunciar
la ¡luz!
Texto
escrito en momentos turbulentos, en el paralelismo de su vida con las
situaciones más funestas, la autora siente los mundo paralelos al estar en la
pileta bañándose y un rato después con el oncólogo, cenando con amigos e
ingresar a una piecita donde está su peluca… Puerta a otros mundos. Agujeros
como el de El Alicia en el país de las
maravillas. Creciendo dentro de libros de cuentos desde muy niña: En las mil
y una noches y los Hnos. Grimm…
Estando con ellos ella sabía que ante la trágica realidad podía irse en una alfombra voladora o por
algún pasadizo del castillo.
Mundos
paralelos: dos caras de una misma moneda.
Mundos
unidos en esta Ofrenda escrita con el alma. Porque trozos de la autora están
repartidos en cada lector, desparramados como semillas, como al soplar un
panadero.
“Los acompañaré desde mis versos, no
vengo sola, Walt me acompaña, acostúmbrate a la luz”.
Julio César Melchior
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Ofrenda
Por Graciela Schmidt Robilotta
Ofrecieron
aguardiente a la muerte en la calavera de sus abuelos.
Yanis Ritsos
Se levantó de su silla,
dio unos pasos, volvió el rostro hacia
la amiga
diciéndole que regresaría pronto,
que lea sus poemas, si quiere…
Salió.
El sol tocaba su cara. No había viento.
Regresó.
Entró rápido, preguntándole si le
gustaron los poemas.
Miraba a su amiga.
Esta les dice no haberlos comprendido.
Salvo el último…
Los demás… No…
Piden una gaseosa.
Trata de explicarle. Toma un párrafo
como ejemplo contándole que donde dice busco una cuna para mi hijo se refiere
al alquiler de vientre.
Tema del cual habían hablado.
Y su amiga le había dicho que nadie
luego de parir un hijo lo daría.
Supo la sensatez de su amiga.
Así decidió ser inseminada con el riesgo
de no ganarle la batalla al tiempo. Batalla considerada exitosa aún con un
sobreviviente.
Sin levantar mucho la mirada,
con una voz distinta, con ojos cansados,
le repite que no comprende sus poemas.
Dice que no ha podido dejar de pensar en
eso,
que ella la había ayudado en otras
batallas.
Que…
Que…
Que si quería…
LE OFRECÍA SU VIENTRE PARA EL HIJO.
Muda. Ella pensaba cómo pudo decir que
no comprendía sus poemas.
Muda. Se daba cuenta que ya todo había
sido escrito.
Muda. Miraba sus versos más sagrados que
las escrituras.
Muda. Sentía el milagro de resucitar a
los durmientes.
Muda. Gritando con el alma volvía a la
sublime humanidad.
MUDA. MIRABA LA CUNA.