Federico
Tempel,
un hombre que supo
sobreponerse a todas
las dificultades que el
destino
puso en su
camino y ser feliz.
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Periódico
Cultural Hilando Recuerdos dialogó con Elvira Tempel de Fuhr, que nos relató la
dramática odisea que vivió su padre para inmigrar a la República Argentina. Una
historia llena de dolor, sufrimiento y pérdidas de seres queridos. La vida de
un hombre que supo reponerse a las angustias más desoladoras y formar una
familia honesta y de buenos sentimientos, como lo fue él, que, con tan sólo 8
añitos, en total soledad, y huyendo de las matanzas de la guerra, llegó al país
buscando paz y la posibilidad de ser feliz que no pudo hallar allá, en Rusia,
donde quedaron para siempre sus amados seres queridos.
Elvira
narró que “la vida de mi padre Federico Tempel” fue una historia de vida llena
de dramatismo y desconsuelo permanente. Sufrió de cerca las crueldades e
injusticias de la guerra. Vio con sus propios ojos, y sintió en su alma de
niño, la destrucción de lugares queridos y la muerte inútil y sin sentido de
seres amados.
“Nació
en Saratov, Rusia –continuó contando Elvira. “Lo trajeron al país huyendo de la
guerra porque estaban asesinando a mujeres y niños. Su madre, que ya había
quedado sorda y muda por las bombas, lo envió en uno de los tantos barcos que
partían con rumbo desconocido. La mayoría de las personas que viajaban en él
eran niños y unas pocas madres”. Sobre una de esas naves, en total orfandad,
desamparado y huérfano de seres queridos, en mitad del océano, comenzó a redactar
su nuevo destino. Lejos, bien lejos, de su adorada madre.
Familia
que
Federico Tempel
formó en estas tierras.
Una familia colmada
de dicha y
bienestar.
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“Él
tenía tan sólo 8 añitos y un baulito de madera donde traía unas pocas prendas y
mucha tristeza y dolor en su corazón, porque había dejado su único amor que le
quedaba, que era su madre, de la que jamás supo aunque más no sea una breve
noticia. En ese momento estalla la guerra –afirma Elvira.
“Ya
en la Argentina, y a los tumbos, trabajando en las quintas, para alimentarse,
fue creciendo, y haciéndose hombre.
“En
ese momento tomó la decisión de venir hacia esta zona. El viaje lo realizó en
carro. Aquí echó raíces definitivamente: se casó con una mujer muy buena, que
fue mi madre, Elena Schneider –dice Elvira. Tuvieron 6 hijos y yo soy la menor
y la última que queda.
“Fue
albañil, apicultor, sabía hacer todo tipo de trabajos y siempre decía que ‘la
persona que no hace el bien hace el mal’. Era un ser humano único, que no se
cansaba nunca. Los domingos eran para él un día para trabajar en casa.
“Siempre
perseguido por la tristeza, cuando mi mamá tenía tan sólo 44 años, falleció en
un recordado accidente: ella venía en un micro desde Huanguelén y el tren lo
llevó por delante, destrozándolo, falleciendo ella y su hermana Magdalena y 22
personas más.
“Desde
ese momento, mi papá asumió los roles de padre y madre. Hasta que fuimos
creciendo y nos casamos.
“Siempre
nos guió por el buen camino y dejando recuerdos muy hermosos”.
Una gran historia. Un
ejemplo de vida. Un hombre que merece ser recordado y quedar en la historia de
los descendientes de alemanes del Volga..............................................................................................................................
Elvira Tempel de
Fuhr, hija de Federico Tempel
Enlace
matrimonial de Elvira Tempel y Marcelo Fuhr.
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“Soy
casada con Marcelo Fuhr. Siempre fuimos muy compañeros, muy felices. Él también
perdió a su padre cuando apenas tenía 12 años. Fuimos un apoyo el uno para el
otro. Tuvimos 2 hijos: Daniel y Gustavo. A Daniel lo despedimos con solamente
44 años, igual que a mi madre. Fue un dolor muy difícil de sobrellevar y una
angustia que jamás olvidaremos –rememora Elvira.
“Tenemos
5 hermosos nietos, que son 5 soles, y 2 hijas postizas a las que apreciamos
mucho. Siempre fuimos una familia muy unida”.