Una
casita de adobe, pintada a la cal; una anciana lavando ropa en una palangana;
niños jugando; hombres arando la tierra; gaviotas que surcan el cielo, un
horizonte de pampa húmeda: vastedad y misterio; promesa y futuro.
Transcurre
el tiempo.
La
inmensidad se trueca en trigal, el trigal en harina y la harina en pan. El
sudor fructifica. Se transforma en hostia, en Cuerpo de Cristo.
Y la
casita de adobe se viste de fiesta, la familia celebra la buena cosecha. Suena un
acordeón; se escuchan voces cantando milenarias canciones. Surge el baile.
Brota la emoción.
Vuelven
a pasar los meses.
Llega
el invierno. La helada. Nuevamente los hombres siembran. Nuevamente esperan la
cosecha.
Y se
les va la vida construyendo un futuro que nunca llega a ser presente porque el
presente siempre es mañana y el mañana siempre está en manos de los hijos.
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