Los domingos de las colonias tienen
perfumes de nostalgia y sensaciones de melancolía. Una brisa de recuerdos
recorre las calles al atardecer y anida en el corazón de sus habitantes, que
imbuidos de ese sentimiento salen a caminar por la calle ancha, luciendo sus
mejores ropas, a recorrer las ramblas, a conversar con los vecinos que se
sientan a la vereda, frente a sus casas, dejando transcurrir, en una letanía
monótona y lenta, el tiempo entre mate y mate, entre palabras y palabras, en
las que surgen también los últimos chismes que escandalizaron la moral pública
de la comunidad.
Todos extrañan algo. Aunque no lo
expresen y la mayoría no se dé cuenta, extrañan algo. El suceder de la vida
posmoderna les hizo perder cierto grado de identidad y muchas posesiones que
llevaron en su memoria durante centurias. Ya no hay patios donde suenen
acordeones y bailen parejas envueltas en una nube de tierra, con músicos
destilando un aroma a cerveza, cantando canciones alemanas mientras el alma y
los ojos se llenan de lágrimas rememorando la patria lejana. La posmodernidad
trajo consigo cosas nuevas a cambio de perder otras. Y se sabe que todo trueque
no siempre es justo, como también se sabe que todo cambio tampoco resulta del
todo para bien o para, al menos, sentirse más pleno y más feliz. A veces,
perder cosas, recuerdos, objetos, costumbres, hábitos, es perder tradiciones y
junto con ellas, parte de la identidad.
La casa de tosaca!!! Es mi foto!!! Seguirà viviendo allì Pedrito Bauer???
ResponderEliminarPerdón...TOSCA.
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