Por
María Rosa Silva
Fue
muy triste ver como la muerte se llevó a mi papá con mis escasos 5 años como
para que ahora, en una casa prestada, me quede sola. La persona a la que soñaba
parecerme se fue justo cuando me transformaba en mujer. Ella era el amor de mi
vida y yo el de ella. Era la única persona incondicional pero quien menos podía
entenderme (pensaba yo). Era la que tenía todas las respuestas pero no sabía
nada pues yo creía saberlo todo. Era todo amor pero yo nunca me conformaba. Era
voluntad, respeto, constancia, valor, coraje, ternura, simpleza. Era todo lo
que podía pedir y esperar. Pero no lo veía. Mis prioridades eran otras. Yo
quería ser mujer, libre, independiente. ¡Quería vivir! Ella era mi Universo pero
me quedaba chico. Ella murió una tarde y
el día que la sepultaron, cuando arrojaron la primer pala de tierra sobre su
féretro, ese día, mi Universo se apagó y quedo vacío y oscuro, y yo apenas una
sombra de lo que soñaba ser.
“Mi
madre era todo amor. Era voluntad, respeto, constancia, valor, coraje, ternura,
simpleza. Era todo lo que podía pedir y esperar”. (En la fotografía: María Rosa
Silva junto a su madre Preguita Streitenberger).
Mi querida Maria Rosa,
ResponderEliminarme emocioné con tu relato y algunas lágrimas se escaparon ... que linda foto con tu mamá!! La recordamos con tanto cariño y amor ... me gustaría agregar las palabras honestidad y pureza, también era así tu mamá.
Un fuertísimo abrazo !!
Eliana
Estoy segura de que toda esa luz de tu madre está en vos, un día vas a saber que vos sos toda respeto, constancia, valor, coraje, ternura, simpleza, y cuando te mires en el espejo, la verás a ella. Las madres son lo más parecido al amor de Dios que hay en la tierra, y el amor todo lo perdona, todo lo comprende, todo lo da. Así son las madres, y yo estoy segura de reencontrarme con la mía, como vos. Un abrazo.
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