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martes, 17 de febrero de 2015

Distinguida por su historia de vida inspiradora

Por Lucila Tosolino
De la Redacción de UNO
Positiva. Realizó la Primaria 
con la ayuda de sus compañeras, 
en la Secundaria la operaron, 
se recuperó y decidió ingresar 
a la Facultad.
 Yanina Gabriela Michel, de 31 años, vive en Villa Elisa. Padece una atrofia muscular espinal desde que nació . Ahora está a una materia de conseguir el título de abogada en la UNL

En la vida hay personas que dejan huellas por cosas que hacen e impactan en la sociedad.
Alguna veces son logros científicos o deportivos; pero hay casos que se trata de una superación personal, como es la historia de vida de Yanina Gabriela Michel, de 31 años, quien se topó con varios obstáculos y logró superarlos, cayó varias veces y se pudo volver a levantar.
Yanina nació en Villa Mantero, a unos 50 kilómetros de Concepción del Uruguay, y a los siete meses de vida le diagnosticaron atrofia muscular espinal, tipo II.
Durante los siguientes 30 años de su vida, ella y sus padres, le hicieron frente a la enfermedad y hoy está a una materia de recibirse de abogada en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
La historia de vida de Yanina llegó a las manos de ALPI, una asociación civil sin fines de lucro que se dedica a la rehabilitación de personas con discapacidad motriz, y ellos seleccionaron a la mujer de Villa Mantero que desde 2002 vive en Villa Elisa, como una de los 10 Héroes Reales de todo el país, otorgándole el Premio Bienal 2015 de ALPI.

Elegida

En diálogo con UNO, Yanina explicó que este reconocimiento le da una alegría muy grande: “Estoy muy contenta. Saber que soy una de los 10 ganadores del premio que otorga ALPI cada dos años me enorgullece mucho”.
El reconocimiento que da ALPI es para personas con discapacidad física que con esfuerzo y superación personal han logrado diferentes objetivos.
La mujer de 31 años relató que en 2013 participó de los premios ALPI pero no ganó. “Pero este año sí gané y estoy muy feliz. Ahora estoy esperando que en marzo venga a Villa Elisa un equipo de ALPI porque van a grabar una jornada de mi vida y luego me voy a Buenos Aires con mi prima, Jessica Schaaf, para que me otorguen el premio”, contó Yanina y agregó que la entrega de premios se hará en el Hotel Hilton en donde le darán una medalla, un diploma y 10.000 pesos.
Respecto a cómo es la selección de los ganadores dijo que “uno tiene que comunicarse con la gente de ALPI y contarles la historia de vida. Dar detalles de qué hace y qué le interesa hacer. Es importante que el ganador esté inserto en la sociedad y tenga un compromiso”.

Una historia en primera persona

Yanina se desplaza en silla de ruedas motorizada, debido a su patología, y trata de desarrollar una vida de máxima independencia a pesar de que requiere de asistencia permanente porque tiene muy poca fuerzas por lo que realiza mínimos movimientos en brazos y manos.
Sobre cómo comenzó la batalla diaria con su enfermedad ella relató: “Todo empezó a los 7 meses de vida cuando me diagnosticaron atrofia muscular espinal, una enfermedad genética neuronal caracterizada por la pérdida del músculo esquelético, causada por la progresiva degeneración de las células del asta anterior de la médula espinal, y a consecuencia de esto al tener un año de vida, las posibilidades de seguir con vida, según criterios médicos, eran muy pocas. Los doctores afirmaban que no podría seguir viviendo debido a que la enfermedad estaba avanzando muy rápidamente y terminaría debilitando mi sistema respiratorio y muriendo por asfixia”.
En ese momento sus padres tomaron una decisión clave y decidieron hacer un gran esfuerzo económico. “Como mi estado de salud era cada vez más delicado, mis padres decidieron comenzar un tratamiento de medicina alternativa de celuloterapia, inyecciones de células embrionarias de origen animal”, explicó Yanina.
El tratamiento implicó para sus padres un gran sacrificio económico porque el tratamiento era caro y tenían que viajar periódicamente a Buenos Aires para acompañarla.
“Después de algún tiempo, el tratamiento, comenzó a dar resultados favorables y así fue como lentamente fui mejorando, y se hacía notorio porque estaba físicamente mejor ya que podía quedarme sentada sin caerme por ejemplo”.
La joven detalló que durante su niñez tuvo que realizar de manera intensiva sesiones de kinesiología, debía seguir con el tratamiento de celulotrerapía y usar elementos ortopédicos.
“A pesar de necesitar asistencia permanente para todos los actos elementales, traté de desarrollar una vida lo más normal posible. Así que comencé mis estudios primarios y utilizaba, para poder desplazarme, una silla de ruedas no motorizada, por lo cual necesitaba de la ayuda de mis compañeros de clase, no solo para salir a los recreos, sino que ellos también me ayudaban para organizar mis útiles de estudio y estaban siempre conmigo. Logré finalizar mis estudios superando diversos obstáculos, y el premio de esta etapa de mi vida fue cuando recibí la bandera en séptimo grado. Fue un orgullo para todos”, apuntó
“Cuando ingresé al colegio secundario, seguía teniendo los mismos amigos de la primaria, lo cual fue muy ventajoso para mí, por su compañerismo, pero además ya utilizaba una silla de ruedas motorizada, que me había otorgado el Ministerio de la Nación, lo cual favoreció significativamente mi independencia”.

La recaída

Señaló que cuando empezó a cursar el segundo año del secundario comenzaron los problemas: “Empecé a sufrir severos problemas respiratorios y tuve que abandonar el cursado regular en clases, porque necesitaba usar oxígeno. Con el objetivo de no perder el año escolar, rendía libre los exámenes, cada vez que había mesa examinadora, gracias a que el rector del colegio me brindó la posibilidad de hacerlo bajo esa modalidad. Logré mi objetivo”.
La futura abogada prosiguió con su historia: “En enero de 1998, enfrenté una intervención quirúrgica de columna en el Hospital Garrahan de Buenos Aires. La operación tenía un riesgo del 70% de probabilidad de no superarla. Según la perspectiva de los cirujanos, podía llegar a estar tres meses en Terapia intensiva para mi recuperación, pero como soy una persona de mucha fe solo necesité de una semana y media de internación y en sala común y luego pude regresar a mi casa”.
Casi sin perder tiempo, al año siguiente de la operación, pudo volver al colegio y, además, empezó a cursar inglés en una academia particular. “En este tiempo realicé más sesiones de kinesiología en ALPI. Viajé a Buenos Aires una vez a la semana, durante un año para hacer la rehabilitación, siempre viaje en colectivo, porque mi padre no podía llevarme en auto. En el colegio me justificaban las faltas por los viajes. Así que después que terminé en ALPI, hice kinesiología en el agua de un club de Concepción del Uruguay”, contó y agregó que en el año 2000 terminó la escuela secundaria y por tener el mejor promedio fue nuevamente abanderada.
“Luego de terminar la escuela tuve que decidirme por una carrera universitaria y elegí Abogacía, pero la facultad que tenía más cerca estaba a unos 50 kilómetros en Concepción del Uruguay. Es privada y mis padres no podían pagarme los estudios, así que decidí inscribirme en la UNL, pero como no podía quedarme a vivir en Santa Fe, decidí estudiar en mi casa y rendir los exámenes libres y solo cursé cuatro materias que eran obligatorias”.

Recuperación

“En 2002 me mudé con mi familia a Villa Elisa y ahí conocí a una joven abogada, recibida de la UNL, quien estuvo dispuesta a ayudarme con las materias porque me era muy difícil sola”, dijo Yanina al tiempo que explicó que una vez en Villa Elisa su padre murió y su madre enfermó gravemente de la columna.
La ganadora del Premio Bienal 2015 de ALPI expresó que este año su propósito es recibirse de abogada luego de rendir en marzo la última materia que le queda: Derecho Internacional Privado. “La práctica profesional la hice en el Juzgado de Faltas de la Municipalidad de Villa Elisa, lo cual es muy bueno porque modificaron el edificio a fin de hacerlo accesible para que entren personas discapacitadas”.
Ahora tiene otra meta más, quiere y sueña con que su título sea un instrumento al servicio de las personas con discapacidad: “Amo ser una guerrera de los derechos y beneficios que nos corresponden en esta sociedad y que tantas veces son vulnerados, lesionados y desconocidos con total arbitrariedad. Hace cuatro años que integro, como secretaria, la comisión directiva de la asociación civil sin fines de lucro: Hogar rural de Villa Elisa: Camino a la Integración, cuyo objetivo es realizar distintos tipos de actividades con personas con discapacidad de cualquier tipo”.

La institución

ALPI es una asociación civil sin fines de lucro que se dedica a la rehabilitación de personas con discapacidad motriz. Ayuda en el proceso de rehabilitación de niños, jóvenes y adultos que sufren algún tipo de deficiencia motora por enfermedad o accidente.
En sus 72 años de vida, más de 2.500.000 personas han sido beneficiadas por este centro de salud y educación, ya que cuenta con la Escuela de Altos Estudios, donde se dictan las carreras terciarias: Enfermería Profesional, Técnico Superior en Instrumentación Quirúrgica, Analista en Administración de Empresas y Analista de Sistemas de Información.
Para destacar y reconocer a estos niños, jóvenes y adultos, ALPI organiza un premio especial cada dos años al reconocimiento de una labor destacada por el esfuerzo, la superación personal y la inserción social de quienes hayan tenido que enfrentar una discapacidad motriz.
El premio consiste en una medalla, un diploma especial otorgando el título de Héroes ALPI, 10.000 pesos y la reproducción de un vídeo sobre la historia de vida como motivación para quienes enfrentan la misma situación.
ALPI creó este premio con el objetivo de concientizar y promover la inclusión de personas con discapacidad en diferentes ámbitos. A través de este reconocimiento, se dan a conocer diez historias de vida, cuyo proceso de rehabilitación les permitió superar las barreras sociales. Tanto así, que estos potenciaron sus vidas aportando de alguna forma a una misión especial, realmente inspiradora.

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