El devenir
cotidiano de cada integrante que componía el núcleo familiar de una típica
familia que habitaba los pueblos alemanes en épocas pretéritas, se desarrollaba
teniendo como premisa el sentido de comunidad, solidaridad y el bien común por
sobre el individualismo personal. La unidad entre todos los miembros debía
prevalecer por sobre cualquier deseo, capricho u opinión personal. La familia
estaba primero. El bienestar, crecimiento y progreso de cada uno de sus
integrantes se relegaba a favor del bienestar, crecimiento y progreso como
grupo familiar. La argamasa de esta férrea unidad social, se completaba con el
afecto. Asimismo, la familia no solamente estaba compuesta por mamá, papá y los
hijos, sino también por los abuelos, tíos, yernos, nueras, etc.: un mundo de
gente conviviendo en un mismo hogar, emparentados por lazos de sangre. Conservando
y transmitiendo valores ancestrales.
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