Cae la tarde y las familias de la
colonia salen a sentarse en las veredas a tomar fresco y conversar con sus
vecinos. Sacan las sillas, el equipo de mate, junto a algún trozo de torta
tradicional y semillas de girasol. Y mientras los mayores hablan sobre temas de
grandes, los niños jugamos en la calle, a la pelota, a la escondida, al huevo
podrido, a la rayuela, a la payana… Más tarde nos conseguimos un frasco limpio
y nos abocamos a atrapar bichitos de luz. No hay televisores ni computadoras, celulares
ni Internet. Tampoco tenemos deseos desmesurados de poseer juguetes imposibles
de comprar por parte de nuestros queridos padres, humildes trabajadores, es
cierto, pero personas buenas, honestas y justas, como jamás volvimos a
encontrar a lo largo de nuestras vidas.
¿Será por eso que fuimos tan felices
durante nuestra niñez?
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