
"El
Viernes Santa era un día de profundo ayuno y abstinencia", agrega Rosa Schmidt.
"Todos comían lo justo y necesario. Y nada, absolutamente nada de
carne".
"El
silencio reinaba en la colonia. Casi un silencio total. Hasta los niños lo
debían respetar. No se escuchaban risas. Ni juegos bulliciosos. Las
conversaciones se reducían. Las ropas que las gentes vestían durante ese día
eran oscuras. Nada de color. Todo era luto y dolor, por la muerte de nuestro
Señor Jesucristo", agrega Pedro Lambrecht.
"Y
había que asistir a la iglesia, a participar de encuentros litúrgicos, a la
mañana a las nueve, a la tarde a las tres y a la noche. La iglesia siempre
estaba llena, tan llena que muchas personas participaban desde la vereda. Nadie
se retiraba a sus casas", concluye Agustín Denk. (Recopilación histórica
realizada por Julio César Melchior).
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