
Semana Santa
Durante la Semana Santa, las colonias cambiaban totalmente su aspecto. No se oían los suaves acordes de los “Schnerorgellier” y los colonienses que andaban por las calles lo hacían en profundo silencio.
El Jueves Santo, durante la Misa, en que se celebraba la Ultima Cena de
Cristo y la ceremonia de lavar los pies para rememorar el lavado de pies de los
discípulos de Cristo, el templo quedaba de pronto en silencio y a oscuras:
súbitamente los fieles comenzaban a entonar el himno sagrado Gloria in excelsis
al tiempo que comenzaban a repicar todas las campanas (que se “volaban” y
permanecerían mudas hasta el sábado a la noche, cuando “regresarían”, haciendo
el mismo estruendo que ensordecía a toda la colonia). Desde ese momento,
solamente las matracas (Klapperer) de los campaneros anunciaban el inicio de la
misa, durante los dos días subsiguientes.
El Viernes Santo, los fieles concurrían a misa vestidos de colores oscuros
o de negro. Se conmemoraba la muerte de Jesucristo. Era un día dedicado a la
penitencia, el ayuno y la oración. La liturgia se componía de cuatro partes
diferenciadas: lecturas bíblicas y oraciones solemnes, incluyendo la lectura de
la Pasión según san Juan, la adoración de la cruz, la comunión de los fieles y
las devociones populares. También se realizaban procesiones por las calles, en
las que los niños iluminaban su camino llevando en las manos farolitos (Fackellier),
adornados con papel crepé, entonando cánticos religiosos y orando devotamente.
En muchas esquinas se instalaban pequeños altares preparados por los vecinos.
El Sábado Santo por la noche, se hacía el remedo de quemar a Judas, el
traidor de Jesús. Y el Domingo de Pascua se asistía a misa con los corazones
alborozados para celebrar la resurrección del Señor.
Al atardecer se organizaban animadas tertulias y bailes. Hecho que se
reiteraba los lunes y martes. Siempre con una masiva participación popular.
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