“Mi papá me contó que vino a la
Argentina con sus padres cuando tenía cinco años” revela Rosa Simon, de 90
años. “También me dijo que se acordaba del barco en el que viajaron” –agrega.
“Y que vio llorar a su padre el día que sepultaron a su hermana, que murió en
un accidente de carro, en el campo, cerca de la colonia”.
“Mi papá me contaba que los comienzos en la
colonia fueron muy difíciles y muy duros, que no había nada. Solamente campo y más campo. Que llegaron aquí y enseguida
empezar a trabajar y que siempre hicieron lo mismo: trabajar y trabajar. Año
tras año. Toda la vida. Mi abuelo murió a los cuarenta y cinco años y mi papá a
los cincuenta, muy jóvenes los dos. ¡Y yo llegué a los noventa! ¡Noventa años!”
–repite. “¡Parece mentira! ¡No lo puedo creer” –enfatiza.
“Mi papá
trabajó siempre en el campo. Me acuerdo que me contaba que al principio no
había más que paja vizcachera y malezas. También que todo era pobreza. Que la
vida que llevaban era muy humilde. Que no sobraba nada. Siempre fueron pobres.
En el campo nunca quieren pagar nada. Cuando yo empecé a trabajar, ya desde muy
chiquita, tampoco ganaba nada. Pero había que ayudar a la familia. ¡Cuánta
gente rica se aprovechó de nuestra pobreza!” –remarca con dolor.
“Mi
hermanito murió a los nueve años de frío. Vivíamos en el campo y estábamos en
plena cosecha de maíz, durmiendo bajo los carros, y él se enfermó de gripe y su
cuerpo nunca se recuperó. Mis padres nunca lo olvidaron. Sufrieron mucho. ¡Eran
tiempos muy duros!” –sentencia.
“Mis
padres tuvieron siete hijos en total. Los varones pudieron ir a la escuela pero
las mujeres no. Solamente hicimos primer grado. Teníamos que ayudar en la casa”
–recuerda.
“Como
todas mis hermanas y mis amigas, yo también me casé muy joven. Tuve nueve
hijos. Los criamos con mi marido. Tratamos de darles todo lo que pudimos, que
no fue mucho. La vida del pobre nunca es fácil” –subraya.
“Recién
pudimos comprarnos nuestra casa después de muchos años de casados. Acá nacieron
y crecieron mis hijos y acá murió mi marido y acá voy a morir yo. Siempre en la
misma casa y siempre en la colonia, mi colonia” –sostuvo Rosa Simon dos años
antes de morir, el día que me contó su vida, y un año antes que una de sus
hijas se la llevara a vivir con ella, a Bahía Blanca, lejos de su casa y lejos
de su colonia. (Recopilación histórica: Julio César Melchior)
Para conocer más sobre las mujeres y las
tradiciones de los alemanes del Volga, consulten mis libros "La vida
privada de la mujer alemana del Volga" y "Lo que el tiempo se llevó
de los alemanes del Volga".
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