Tambera. Quintera. Trabajadora rural.
Huérfana de padre. Sin adolescencia. María Sauer falleció hace unos días en
Capital Federal. Nos dejó su legado en una entrevista concedida unas antes de
morir y esto es lo que nos contó:
“Mi papá murió cuando tenía trece años. Mi
hermano mayor dieciséis y mi madre treinta y ocho. Éramos ocho hermanos y una
mujer ordeñando en el tambo, a partir de las cuatro de la mañana, con las
piernas metidas en el barro y bosta hasta las rodillas, con lluvia, con mucho frío. En invierno se nos
congelaban las manos. Las vacas tenían el lomo blanco por las heladas. Pero la
leche debía estar en los tarros para cuando pasara el carro que los buscaba
para llevarlos a la fábrica de quesos, a las ocho y media.
“Mis
hermanos menores lloraban. Estábamos a la intemperie. Nada importaba. No había
queja posible: había que trabajar para sobrevivir. Teníamos una quinta de
verduras enorme, que había que regar todos los días con baldes de veinte litros
de agua, hacíamos conservas y dulces para todo el año. Carneábamos dos veces al
año y hacíamos chorizos, jamones, de todo. Mamía cosía ropa para fuera.
Horneábamos el pan en el horno de barro. Teníamos unas pocas ovejas para
consumo. Un gallinero, que era un galponcito con aves y animales domésticos de
todo tipo. Mamá vendía huevos, gallinas, pavos, gansos; lechones; leche,
manteca, crema, ricota…
“Vivíamos
cerca de la colonia, en un campo de ochenta hectáreas que nos dejó papá. En las
que también se sembraba un poco de pastura y trigo.
“Mamá
nunca se volvió a casar. Murió a los noventa y dos años, en la chacra donde
enviudó y vivió toda su vida. Y de la cual partí para buscar trabajo en otras
ciudades, hasta recalar en la Capital Federal. Donde vivo. Sola. Jamás me casé.
“Hice
de todo para sobrevivir, igual que mi madre. Pero mi historia de grande no es
tan importante. Lo importante es recordar la niñez y la vida que llevamos en
aquellos lejanos tiempos. Tiempos de sacrificios; pero también de mucha
felicidad. Porque éramos felices de estar en familia, todos juntos. Había
unión. No importaba la pobreza. Lo más importante era la familia y la fe en
Dios. Por eso todos salimos buenas personas”. (Autor: Julio César Melchior).
(Si quieren conocer más sobre la vida de nuestras
abuelas consultar mi libro "La vida privada de la mujer alemana del
Volga").
Frau Melchior ich glaube wir sind sehr viele Leute von Deutsche Abstand mit einem Leben wie der seinen. Immer hätt einen Platz führ die Freude und das Leiden
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