Rescata

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sábado, 11 de septiembre de 2021

La señorita María y los apellidos de sus alumnos

Mi apellido es Melchior. Y el mío Dreser. Y el mío Jacob. Y el mío Gottfriedt. Y el mío Schwerdt. Y el mío Streitenberger. Y el mío Fischer. Y el mío Schmidt -revelan uno a uno los alumnos de la maestra que llegó de la ciudad para impartir clases en la escuela de la colonia.
Y el mío Schwab. Y el mío Graff. Y el mío Schneider. Y el mío Reser. Y el mío Rohwein. Y el mío Suppes. Y el mío Desch -continúan contando los niños mientras la docente los mira desconcertada.
-De dónde provenían estos apellidos tan raros y difíciles de pronunciar? -se pregunta.
Y el mío Sieben. Y el mío Mellinger. Y el mío Strevensky. Y el mío Rau. Y el mío Sauer. Y el mío Walter. Y el mío Heim. Y el mío Kloster.
-Ningún apellido que conozco -reflexiona la maestra.
Además de los apellidos y de su pronunciación, también le llamaba la atención el escaso conocimiento del castellano que tenían los alumnos.
Y el mío Fritz. Y el mío Holzmann -prosiguen los niños.
-Ni un González o Sánchez -piensa la docente. Apellidos que estaba acostumbrada a escuchar en la ciudad de la que venía.
De esta manera se conocieron la señorita María y los cuarenta y dos alumnos de tercer grado de la colonia. Alumnos que, en la actualidad, más de setenta años después, la rememoran con profundo respeto y cariño. Para ellos, ella siempre fue, hasta el día que murió, la señorita María. La que les enseñó a manejar correctamente en castellano. La que les enseñó, con paciencia y mucho amor, a leer y a escribir. También a sumar, restar y multiplicar.
La señorita María dejó un recuerdo imborrable en el corazón y el alma de sus alumnos.
(Para los que quieran saber mas sobre la niñez de nuestros abuelos, consultar mi libro “La infancia de los alemanes del Volga”). Para más información comunicarse al correo electrónico: bloghilandorecuerdos@gmail.com.

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